Soy
una mujer originaria del Estado de Guanajuato, México, y quiero compartir una
experiencia personal que transformó y cambió el rumbo de mi vida.
Aurora y su hijo y Gabriel
Yo
era una joven que llevaba una vida desordenada. Con frecuencia, acudía con las
que eran mis amigas a diferentes lugares para divertirnos, consumía bebidas
alcohólicas y en algún tiempo llegué a fumar algunos cigarrillos. Este grupo de
“amigas” con quiénes me reunía para divertirnos influían tanto en mi vida que
llegué a salir cada fin de semana e incluso entre semana, lo que propiciaba que
llegara tarde a mi casa. Desde luego mi horario de sueño era corto. La preocupación de mi madre ya era evidente
por sus comentarios sobre que dejase de exponerme a tanto peligro nocturno y me
era incómodo pues sentía que desconfiaba de mí y de mi capacidad para saber
cuidarme, pero ella sólo tenía el deseo de protegerme y preservar mi bienestar.
En
una de esas salidas con mis “amigas”, estuvimos compartiendo en un lugar fuera
de mi ciudad de origen. La tarde transcurrió e insistí en que ya nos
regresáramos para no conducir en carreteras oscuras. Me molesté, ya que ellas
decidieron que nos quedáramos para ir a un bar de esa misma ciudad.
Después
de estar un rato allí, lo único que recuerdo es que estaba en un vehículo con
un hombre que yo no conocía. Estaba a la orilla de una autopista ya que
escuchaba pasar autos a alta velocidad. Lo que sucedió es que este hombre había
abusado sexualmente de mí... Me sentía muy culpable por lo que había pasado,
pero, a la vez, molesta con aquellas personas que decían ser mis “amigas” por
haberme visto salir del lugar con alguien que ni conocía… No supe qué pusieron
en mi bebida esa noche ya que tengo escasos recuerdos de lo que pasó.
Ya
más consciente en mi casa la mañana siguiente, recuerdo que me asusté mucho
cuando observé todo mi cuerpo con moratones de golpes fuertes. Por miedo,
después de lo sucedido, acudí de inmediato a la farmacia a comprar la pastilla
del día siguiente, (PAE), para prevenir un embarazo ya que, como la gran
mayoría, no sabía la verdad sobre los riesgos tan graves para la salud y su
efecto abortivo. En verdad, sentía mucho miedo, pero lo que más recordaba era
el desagradable olor del sudor de aquel hombre y eso me daba mucho asco.
Por
otro lado, después de lo que pasó, pensaba que existía una alta probabilidad de
embarazarme, pero fue el miedo por lo sucedido y el asco que yo sentía por esa
persona, así como la decisión de evitar un embarazo lo que me llevó a tomarme
esa pastilla.
Una
vez transcurridos varios días y ya enrolada nuevamente en mi dinámica personal
y laboral, no me fijé que ya tenía más de 8 días de retraso en mi periodo
menstrual. Una vez que me di cuenta, se encendió en mi interior una alerta y me
dije a mi misma: ¡Estoy embarazada! Acudí a realizarme una prueba sanguínea de
embarazo y pude confirmar que, efectivamente, estaba embarazada.
A
la fecha me siento culpable por haberme tomado esa pastilla ya que estaba
atentando contra la vida de mi hijo. Inmediatamente, acudí a un médico ginecólogo
ya que presenté algunos sangrados. Quiero ser muy sincera: Lo que yo quería
evitar era embarazarme, pero nunca atentar contra la vida de mi hijo.
Afortunadamente,
no fue así y logré con la ayuda de mi ginecóloga revertir su efecto abortivo.
Durante mi embarazo, tuve algunos contratiempos que pude superar gracias al
gran amor de mi madre que siempre ha estado cerca de mí apoyándome con oración
y respaldándome. ¡Gracias mamá, por todo tu amor!
Tomé
la decisión de tener a mi hijo Gabriel porque yo deseaba que estuviera bien. Y
más aún porque él siempre ha sido inocente y no es responsable de mis acciones,
de mi comportamiento inmaduro, ni de los actos de su padre biológico. Gracias a
Dios y a la Virgen de Guadalupe, Gabriel nació muy bien. Ha sido un pilar de mi
vida junto con mi madre, lo amo y este amor es también mi fortaleza. Mi hijo es
la mano que Dios me dio para salvar mi vida que se estaba yendo al vacío.
Quiero
compartir mi testimonio, no con intención de ventilar mi vida privada, sino
para ser la voz de los que no tienen voz, para concienciarlos del valor de la
vida desde el momento de la concepción hasta su muerte natural. Para ser voz de
aquellos pequeñitos que aún no se pueden defender.
Aurora y Gabriel
Este
relato es un llamamiento a aquellas personas que con la mano en la cintura te
sugieren que abortes en situaciones de violación. Yo les aseguro que dejar
nacer y amar a mi hijo no me ha quitado nada y sí, ha dado todo el sentido a mí
vida, me ha dado amor y me ha permitido ser mejor versión de mí misma como
persona.
Todo
lo recibido supera con creces lo que yo le haya dado o haya tenido que hacer
por mi hijo. En cada instante agradezco infinitamente a Dios el haber dicho sí
a la vida. Ser madre es la bendición más maravillosa. Dejé que el amor
triunfara y ese amor me sanó.
¡Respetemos
la vida de todo ser humano, siempre!
Biografía:
Aurora vive en México con su familia.
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