Mi vida no es perfecta. A menudo me preguntan cómo logro
tener una vida “perfecta”. Lo que aún me molesta son comentarios como
"¡Guau! ¡Eres tan fuerte!" O, "¡Tu vida es tan perfecta
ahora!" Estas declaraciones todavía me lastiman. Si todos
pudiéramos ver detrás de las circunstancias de otra persona... Ojalá
hubiera una manera más fácil de compartir lo que siento; ojalá que,
simplemente, con apoyar una mano en mi hombro la gente pudiera tener
instantáneamente un destello de mis vivencias y sentimientos. El mundo sería
mucho mejor si conociéramos el dolor y el sufrimiento de los demás con
facilidad. Podríamos empatizar mucho más de lo que nos
imaginamos. Pero en lugar de eso, estoy escribiendo esto aquí y
ahora, permitiendo que las emociones más profundas y dolorosas salgan a la
superficie.
Tengo una hija increíble. Ella es perfecta y hermosa en
CUALQUIER forma posible; por dentro y por fuera, ni siquiera puedo expresar
el nivel de bondad y amor que ella posee. Vino a mí de la manera menos que
ideal, una forma que muchos considerarían errónea. He pasado por una
cantidad considerable de traumas en mi vida y eso me llevó a tomar muy malas
decisiones cuando era adolescente. Esto incluyó la persona con la que me
juntaba.
Cuando tenía 18 años, deseaba encarecidamente escapar de la
vida que tenía. Aunque amo profundamente a mis padres y he perdonado todas las
cosas que sucedieron, a la edad de 18 años, los odiaba y les guardaba mucho
rencor. No fui lo suficientemente madura como para valorar su propia educación
y lo que fueron sus vidas mientras nos criaban. Mi madre creció de forma
comparable al libro, “A Child Called “It”” (Libro autobiográfico de Dave Pelzer
víctima de brutales ataques e inanición por parte de su madre alcohólica). Huyó a los diecisiete años del tutelar de
menores. Mi padrastro fue obligado por sus padres a abandonar la
secundaria para vender cocaína. Él también fue fuertemente maltratado y
atormentado cuando era niño. No conocían la forma correcta de ser
padres. Entonces, cuando yo era adolescente, sólo sentía resentimiento y
odio por ellos.
Terminé casándome con un hombre que apenas conocía, cinco años
mayor que yo. Ahora me doy cuenta que estaba tratando de escapar de mi
vida. Este hombre se había alistado recientemente en el ejército de los
Estados Unidos; de ahí la necesidad del matrimonio, porque éste era un
requisito para poder irme con él a Alemania, o al menos eso fue lo que
dijo. Casarse no parecía "la gran cosa".
Para narrar esta historia con brevedad, diré que pocas semanas
después de llegar a Alemania, sufrí el abuso más brutal que he sufrido. La
violencia era normal en el mundo que conocía, pero sabía que no era correcto
este nivel extremo.
Estábamos aproximadamente a 50 minutos de la base militar en un
pequeño pueblo llamado Arnstein. Uno de los vecinos escuchó mis gritos y
llamó al polizei (policía alemana) y cuando llegaron, él ya se había
ido. Por la cantidad de sangre que perdí terminé en una ambulancia y con
pruebas exhaustivas en el hospital. Esto sucedió poco antes de Acción de
Gracias, 2007.
La policía militar le dió un manazo, trabajos extra y
confinamiento en la base. La policía alemana no pudo intervenir. Los
militares se negaron a concederme el regreso temprano a dependientes para
devolverme a los Estados Unidos. Además, estaba completamente aislada,
dado que no tenía acceso a teléfono, Internet ni a la cuenta bancaria, y estaba
sumergida en una cultura y un idioma del que no conocía en absoluto.
A los 18 años por supuesto, era ingenua, y estaba confundida,
me sentía la persona más indefensa del planeta. Dejaré muchos detalles
intencionalmente porque voy a pasar por alto el período de depresión y ansiedad
que siguió y saltar al Día de San Valentín, 2008. Mucho sucedió mientras tanto,
pero no es relevante ahora para el propósito que tengo al compartir esta
historia.
Sin previo aviso ni notificación de ningún tipo, a mi abusador
se le permitió "darme una sorpresa" para el Día de San
Valentín. Apareció y me violó violentamente varias veces. Una vez
más, se involucró la policía militar, requerí hospitalización, pero la
situación no mejoró en absoluto, sólo otro manazo. Todos los soldados que
trataron de ayudarme fueron amonestados y obligados a no intervenir a riesgo de
su propio castigo.
En lugar de ayudarme, me aconsejaron que asistiera a
consejería matrimonial. Me dijeron "no puedes ser violada si estás
casada legalmente". Me hicieron sentir como la mala en esa
situación. Me dijeron que no estaba apoyando a mi soldado, que no entendía
las tensiones por las que pasan los militares. Él nunca había estado en
combate hasta entonces, por lo que estas declaraciones me parecían
completamente fuera de lugar.
Llegué al punto de querer quitarme la vida. No sabía que
estaba sufriendo un trastorno de estrés postraumático severo. No sabía
cómo salir de Alemania, y si lograba escapar e irme, no tenía a dónde
ir. Hice algunos amigos, aprendí algo del idioma, pero nada que me diera
una razón real para querer seguir viviendo. Me culpaba a mí misma por todo
y me permití creer que todo era culpa mía. Si no lo hubiera hecho enojar,
si no me hubiera casado con él, si no hubiera salido de Nebraska, si no hubiera
creído todas sus mentiras, si fuera más inteligente o más fuerte... Todos estos
reproches me pasaban por la cabeza una y otra vez.
Mientras planificaba mi muerte, porque no quería fallar en eso
también, tuve los peores síntomas de influenza de mi vida, que duraron más de
un mes. Supuse que el estrés estaba debilitando mi sistema inmunológico
tan fuertemente que, simplemente, no podía recuperarme. Finalmente fui al
hospital y llegar fue toda una aventura por decir lo menos, confiando en el
transporte público para llegar a la ciudad sin saber
nada. Afortunadamente, los alemanes son personas encantadoras y muy
solidarias a pesar de que no sabían lo que estaba diciendo. Le dije al
conductor del autobús, "Krankenhaus" (hospital), y con eso bastó para
recibir su ayuda. Otras personas en el autobús también me atendieron:
ofreciéndome agua, una bolsa para las náuseas, hasta una señora me frotaba la
cabeza y me cantaba en voz baja. Fue la sensación más maravillosa del mundo el
recibir una pequeña cantidad de amor después de tantos meses y meses sin
recibir ninguno.
Al llegar al hospital, descubrí que estaba
embarazada. Tenía Hiperemesis Gravídica, que es una versión extrema y
debilitante de las náuseas matutinas. Aunque mi embarazo estaba mucho más
avanzado que la mayoría cuando me enteré, los médicos no conocían mi situación
de abuso de las hospitalizaciones previas. El médico me hizo saber con cariño
y ternura que yo podía realizarme un aborto, y me aseguró que podría medicarme
en exceso durante los días siguientes para aliviar el dolor.
El mundo se cerraba ante mis ojos. Las noticias parecían
surrealistas y casi como una experiencia fuera del cuerpo. Puedo revivir
ese momento como si fuera ayer porque me impactó mucho. No crecí en un
hogar pro-vida ni en un entorno que condenara el aborto. Muchas amigas de
la preparatoria habían abortado o tomaban las píldoras del día siguiente
regularmente. Tuve una amiga que viajó internacionalmente y después vendió
las pastillas del día siguiente en la escuela. No debería haber sido un gran
problema para mí hacerlo en ese mismo momento. Pero simplemente, decidí
pensarlo, luego recibí líquidos y nutrición por vía intravenosa y me fui a
casa.
Finalmente, mi violador-abusador descubrió que estaba embarazada. Volvió a
donde yo residía, nuevamente sin anunciarse, con el pretexto de celebrar la
noticia del bebé, y procedió a tratar de eliminar a golpes la evidencia de su
violación. El tiempo de embarazo coincidía perfectamente con mi
"presunta" violación. Él había negado todo, incluso cualquier
encuentro sexual y este embarazo solo revelaría la verdad. Mientras me
ahogaba en el suelo, miré hacia el techo perdiendo el conocimiento; y esa
fue la primera vez que sentí a mi bebé patear antes de desmayarme.
Cuando desperté mi violador-abusador se había ido. Me sentí
mareada y confundida. De repente, recordé la patada. Lloré durante
horas, no llorando por lo que él me había hecho, sino lloraba al darme cuenta
de que simplemente no podía matar a este niño. No tenía sentido quedarme
con el bebé en mis circunstancias. No tenía sentido. Sin embargo, no
tenía forma de decidirme a abortar.
Hago este largo, pero extremadamente acortado resumen de
cómo nació mi hija para llegar a dónde me encuentro ahora. No escondo mi
vida. Intento ser sincera y honesta sobre todo lo que he vivido para que,
quizás en algún lugar, alguien lea mi historia y vea la luz al final del
túnel.
Pero, no tengo una vida perfecta. Han pasado diez años y
no lo he superado del todo. No estoy cerca de ser perfecta y no me gusta
la presión que las declaraciones me hacen sentir. Hice lo que toda madre
debería hacer: luché por mi hija. No soy un ejemplo perfecto de
resistencia y fuerza. Fue duro, me lastimó inmensamente, todavía tengo
pequeños momentos de ansiedad y problemas relacionados con el síndrome de
estrés postraumático. La experiencia me ha dado tantas cosas buenas,
incluida mi hija, pero no, no fue fácil. Cometí muchos errores y
continuaré haciéndolo. Pero, estoy muy feliz. Hoy tengo un esposo
maravilloso y cuatro hijos increíbles, y mi hija mayor es la mejor hermana
mayor del mundo.
¿Qué aprendí?
1. Somos más fuertes de lo que sabemos. No pensé que
podría sobrevivir experiencias tan traumáticas, pero sigo haciéndolo. Lo
hago productivamente y de manera positiva.
2. Mi hija es inteligente, hermosa, servicial,
compasiva y todo lo que alguien podría desear al tener un hijo. Ella
merecía la oportunidad de vivir, ya sea conmigo o con otra familia. Ella
tiene mucho que aportar a este mundo y estoy contenta de no haberle negado a
ella ni al mundo su presencia.
3. Mi sufrimiento no fue en vano. El propósito de todo lo
que soporté no fue destruirme, sino que me ayudó a ser una mejor
persona. Tengo la empatía y la compasión que nunca antes había
sentido. La intensidad del amor que siento por otras personas ahora es
indescriptible.
4. Aprendí a perdonar fácilmente. Perdoné a muchos. La ira
y el resentimiento que una vez sentí por varias personas se ha ido. Tener la
luz brillante de mi hija me ayudó a recuperarme del trauma y también a perdonar
a los que me lastimaron.
5. Mis cargas se aligeraron. Puedo ayudar a otros a
aprender a hacer lo mismo lo mejor que pueda. Pasó el mayor tiempo posible
ayudando a otras mujeres en situaciones difíciles. Después de abortar o
no, las mujeres que han pasado por esto necesitan amor y compasión.
6. El sistema judicial está severamente roto y sólo aquéllos
que lo intentan pueden cambiarlo. Las batallas legales que siguieron, así
como la falta de asesoramiento y apoyo disponible fue trágico. Veo
por qué tantas mujeres se quedan con sus abusadores, o por qué pierden la
esperanza y recurren a las drogas o al suicidio. El sistema militar está
fracturado y necesita grandes cambios para que las mujeres superen este tipo de
situaciones. ¡Las leyes deben cambiar! Los niños concebidos en
violación deben estar protegidos legalmente. Todavía hay un puñado de
estados que permiten a los violadores retener los derechos como padres incluso
después de que se haya comprobado la violación.
7. Estos bebés no solo merecen vivir, sino que también ofrecen
la posibilidad de enjuiciar a los violadores y posiblemente dar un bebé para
una familia que estaría encantada de adoptar.
Terminaré diciendo que ahora sé mucho más de lo que sabía
entonces. Si necesitas ayuda, hay sitios donde ir, pero pueden ser
difíciles de encontrar. No te rindas. No permitas que el abusador o
violador tome el control de tu vida. ¡Tienes que pelear!
No parece justo y sé que esto es lo más aterrador que jamás harás, pero
no te des por vencida ni por ti, ni por tu hijo. La violación siempre
estará ahí, pero no te define. No eres una víctima, eres una
sobreviviente. Permite que tu hijo sea un sobreviviente
también. Permite que ese bebé tenga la oportunidad de vivir y ayude a
cambiar el mundo.
BIO: Heather
Hobbs pertenece a la iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días. Está casada y es madre de cuatro
hermosos niños que participan activamente en la comunidad con trabajo
voluntario y escribiendo para el movimiento provida en el poco tiempo libre que
queda. Ella
es bloguera pro vida para Save The 1 .