Por Aimee Kidd
Acababa de enterarme no sólo de que había sido drogada y violada sino que,
también, estaba embarazada. Había pasado las últimas horas rodeada de
enfermeras y asistentes. Se me entregó una prueba de embarazo positiva y se me
realizó una ecografía vaginal donde vi los latidos del corazón de mi bebé. Sin
embargo, yo estaba ofuscada en mi negación. No había manera de que pudiera
asimilar el hecho de que había sido violada, y menos que estaba embarazada.
Estaba convencida, no iba a mantener a ese bebé dentro de mí.
La asistenta social y la enfermera que me atendieron en el centro de apoyo para la mujer me dieron un montón de folletos e información sobre adopción, aborto y la crianza de los hijos. Me facilitaron una imagen de mi pequeño "cacahuete" latiéndole el corazón. Me aseguraron que contaba con su apoyo si necesitaba algo o tenía más preguntas. Ellas oraron conmigo, pero aun así, me fui de allí asqueada, enfurecida, y con lágrimas corriendo por mis mejillas, mientras pensaba: “Esto no puede ser real”.
Las siguientes horas las pase en Internet investigando el aborto a las seis semanas de gestación. Sabía que el aborto estaba mal, pero no podía seguir con ese embarazo. Esperaba que el aborto fuera tan simple como una píldora en una clínica seguido de un sangrado, y que nunca tendría que pensar en ello otra vez. Aprendí, sin embargo, que no sólo tendría que conducir fuera de mi estado para tomar esta píldora, sino que también me enviarían a casa y tendría que tomar una segunda píldora y abortar al bebé en casa. Leí: "Es mejor no mirar la sangre en el inodoro una vez que el sangrado se incremente". ¿Podría yo realmente obligarme a tomar esta píldora y permitir que mi cuerpo expulse al bebé y luego simplemente tirarlo por el inodoro?
¿No podría haber otra manera? ¿No podría alguien simplemente golpearme y sacarme a este bebé y decirme que todo fue un mal sueño? Me sentía enferma del estómago y agonizando por mi nueva realidad y la dura verdad sobre el aborto.
Tuve que tranquilizarme para poder ir al entrenamiento de baloncesto de mi hijo. Me senté allí, rodeada de mis otros cuatro hijos mientras él jugaba. Traté de contener las lágrimas y distraerme de todos los pensamientos que consumían mi mente. "¿Cómo puedo amar a estos cinco niños y no a uno dentro de mi vientre?". Me sentía enferma y decepcionada de mi misma. Sin embargo, mi decisión estaba tomada. Justo entonces, mi hijo anotó el punto ganador del juego. Por un breve momento, me pregunté: "¿Qué cosas maravillosas será capaz de hacer el bebé que tengo dentro de mí?".
Deseché ese pensamiento y dejé el gimnasio de la escuela con mis hijos. Mi hermana me llamó de repente mientras salía del estacionamiento. Empecé a sollozar. Le pedí que me encontrara en casa y así lo hizo. Apenas pude controlarme lo suficiente para contarle la increíble noticia que acababa de recibir. Le dije que había decidido programar una cita lo antes posible para abortar. Ella dijo que me apoyaba.
Decidimos ir a casa de mi madre y decirle lo que estaba pasando. Moría de los nervios durante todo el camino. Sabía que esto iba a matarla. ¿Cómo puedo explicar esto a mi mamá? Primero, le di la devastadora noticia: "Mamá, fui violada". Y después, "Y estoy embarazada... pero,... voy a abortar". Mi madre permaneció en silencio por un largo rato, sólo lloraba en silencio. Mientras tanto, yo sólo me repetía: "No puedo tener a este bebé. No puedo tener a este bebé”.
La asistenta social y la enfermera que me atendieron en el centro de apoyo para la mujer me dieron un montón de folletos e información sobre adopción, aborto y la crianza de los hijos. Me facilitaron una imagen de mi pequeño "cacahuete" latiéndole el corazón. Me aseguraron que contaba con su apoyo si necesitaba algo o tenía más preguntas. Ellas oraron conmigo, pero aun así, me fui de allí asqueada, enfurecida, y con lágrimas corriendo por mis mejillas, mientras pensaba: “Esto no puede ser real”.
Las siguientes horas las pase en Internet investigando el aborto a las seis semanas de gestación. Sabía que el aborto estaba mal, pero no podía seguir con ese embarazo. Esperaba que el aborto fuera tan simple como una píldora en una clínica seguido de un sangrado, y que nunca tendría que pensar en ello otra vez. Aprendí, sin embargo, que no sólo tendría que conducir fuera de mi estado para tomar esta píldora, sino que también me enviarían a casa y tendría que tomar una segunda píldora y abortar al bebé en casa. Leí: "Es mejor no mirar la sangre en el inodoro una vez que el sangrado se incremente". ¿Podría yo realmente obligarme a tomar esta píldora y permitir que mi cuerpo expulse al bebé y luego simplemente tirarlo por el inodoro?
¿No podría haber otra manera? ¿No podría alguien simplemente golpearme y sacarme a este bebé y decirme que todo fue un mal sueño? Me sentía enferma del estómago y agonizando por mi nueva realidad y la dura verdad sobre el aborto.
Tuve que tranquilizarme para poder ir al entrenamiento de baloncesto de mi hijo. Me senté allí, rodeada de mis otros cuatro hijos mientras él jugaba. Traté de contener las lágrimas y distraerme de todos los pensamientos que consumían mi mente. "¿Cómo puedo amar a estos cinco niños y no a uno dentro de mi vientre?". Me sentía enferma y decepcionada de mi misma. Sin embargo, mi decisión estaba tomada. Justo entonces, mi hijo anotó el punto ganador del juego. Por un breve momento, me pregunté: "¿Qué cosas maravillosas será capaz de hacer el bebé que tengo dentro de mí?".
Deseché ese pensamiento y dejé el gimnasio de la escuela con mis hijos. Mi hermana me llamó de repente mientras salía del estacionamiento. Empecé a sollozar. Le pedí que me encontrara en casa y así lo hizo. Apenas pude controlarme lo suficiente para contarle la increíble noticia que acababa de recibir. Le dije que había decidido programar una cita lo antes posible para abortar. Ella dijo que me apoyaba.
Decidimos ir a casa de mi madre y decirle lo que estaba pasando. Moría de los nervios durante todo el camino. Sabía que esto iba a matarla. ¿Cómo puedo explicar esto a mi mamá? Primero, le di la devastadora noticia: "Mamá, fui violada". Y después, "Y estoy embarazada... pero,... voy a abortar". Mi madre permaneció en silencio por un largo rato, sólo lloraba en silencio. Mientras tanto, yo sólo me repetía: "No puedo tener a este bebé. No puedo tener a este bebé”.
Finalmente, rompió el silencio: "Aimee, vamos a orar. Los planes de Dios son más grandes que los nuestros. Él nos ama y nos perdona. Amo a todos mis nietos, incluso al pequeño que está creciendo dentro de ti. Si Su plan... (sollozos) ... para este pequeño bebé es que se vaya derecho al cielo...". No pudo continuar.
Ver el rostro de mi madre reaccionar ante las noticias y escucharla decir estas palabras me destrozó de una manera que no puedo explicar y todavía me duele recordarlo.
"Solo oremos. Dios te dará paz. Él dirigirá tu camino. Él te dará paz con la decisión que tomes. Pero por ahora, sólo oremos para que te ilumine y te de paz". Ella continuó con una breve oración. La abracé y me fui.
El viaje a casa fue bastante tranquilo. Le dije a mi hermana que no sentía ningún tipo de paz y aunque la idea del aborto era devastadora y me enfermaba, mi decisión seguía en pie. Había planeado llamar a la clínica de aborto al día siguiente.
Una vez que estuve en casa, me tranquilicé lo suficiente para acostar a mis hijos. Dijimos sus oraciones para antes de dormir y les di un beso de buenas noches antes de llorar hasta quedarme dormida.
Me desperté a la mañana siguiente todavía sin sentir ni un rastro de paz. Todavía me sentía asqueada. Todavía estaba convencida de abortar, aunque no podía aceptarlo. Unos minutos después, una querida y feliz amiga entró en mi casa. Dijo algo como: "Buenos días. ¿Hay café? ¿Estás lista?". Olvidé por completo que teníamos planes. Ella se ofreció a ayudarme con un par de trabajos de limpieza que tenía programados para ese día. Entró en mi habitación encontrándome llorando incontrolablemente. Yo no podía ni hablar. "Aimee, ¿Qué pasa? ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué está pasando? ". Continuó preguntando.
Entre sollozos, traté de explicar: "Misti, fui violada y estoy embarazada". Ella también empezó a llorar y me abrazó guardando silencio. Yo continué: "No me voy a quedar con este bebé". Yo lloré un poco más y ella seguía en silencio. Se sentó allí tranquilamente y me frotó la espalda mientras lloraba.
Finalmente, rompió el silencio: “Aimee, te conozco. Sé lo que tus hijos
significan para ti. Toda tu vida son esos chicos. Éste no será diferente. Sé
que estas decidida. Sé que mi opinión no importa en este momento, pero como tu
amiga tengo que decirte que si te practicas este aborto, nunca serás la
misma".
Comenzó a llorar mientras me frotaba la espalda más y más
fuerte. Me quedé ahí, sollozando con la cabeza en la almohada. Y grité:
"Misti, lo sé, ¡pero no puedo!". Ella respondió: "Aimee, nunca
serás igual. Un pedazo enorme de ti morirá junto con tu bebé, y el solo hecho
de pensarlo me rompe el corazón".
No pude responder sino que, por primera vez desde que recibí la noticia, pensé en no practicarme el aborto. Me di cuenta de que tal vez sólo necesitaba a alguien que me dijera que todo estaría bien al tener y amar a este bebé.
Nos sentamos tranquilamente durante bastante rato. Después de absorber y digerir sus palabras y su amor le dije: "Misti, tienes razón". De pronto lo supe. Pude sentir como la decisión correcta y la paz por la que mi madre y yo habíamos orado la noche anterior acababan de llegar.
No pude responder sino que, por primera vez desde que recibí la noticia, pensé en no practicarme el aborto. Me di cuenta de que tal vez sólo necesitaba a alguien que me dijera que todo estaría bien al tener y amar a este bebé.
Nos sentamos tranquilamente durante bastante rato. Después de absorber y digerir sus palabras y su amor le dije: "Misti, tienes razón". De pronto lo supe. Pude sentir como la decisión correcta y la paz por la que mi madre y yo habíamos orado la noche anterior acababan de llegar.
Recé por la fortaleza necesaria para afrontar la decisión que iba a tomar. Dios me
envió a esta querida amiga para ayudarme a tomar la decisión correcta y recibir
la paz que tanto necesitaba. Sentí que podía respirar de nuevo. Todavía estaba
en estado de shock e incredulidad, pero finalmente estaba empezando a dejar que
las cosas tomaran su propio curso. Estaba en paz con el hecho de que iba a
tener otro bebé. Estaba lejos de estar bien, pero sabía iba a tener un bebé y
que lo amaría.
Un par de horas más tarde, hice la llamada. No era la llamada que había
planeado hacer para programar una cita en la clínica de aborto; Fue la llamada
a mi querido obstetra / ginecólogo para decirle, "¡Vamos a tener un
bebé!".
Sobre la Autora: Aimee Kidd es madre de 6 hijos, trabajadora autónoma, vive en Casper, Wyoming, y es colaboradora de Save The 1. Su primer artículo para nuestro blog se encuentra en: [http://salvarel1.blogspot.com.es/2017/01/ella-no-tiene-culpa-del-modo-horrendo.html]
Nota de Misti: Esa mañana quedará grabada para siempre en mi memoria. El dolor
y la angustia que vi, no sólo mi amiga, sino una de mis personas favoritas en
el planeta, me partió el corazón. A menudo siento que no puedo encontrar las
palabras correctas, pero este día, realmente le hable con el corazón en la
mano. Aimee, tu hija es una bendición y anhelo
ver todas las cosas maravillosas que traerá a este mundo. Eres un pilar
y admiro tu fuerza. ¡Somos tan afortunados de tenerte en nuestras vidas!