via #ReligionenLibertad (Benedetta Frigerio)
Pegada, insultada y violada por su novio, se quedó embarazada y decidió esconder la violencia temiendo la reacción de su familia y de la gente de la parroquia. «Pero cuando mi hijo Adriel llegó al mundo, me embargó la alegría» y «mis padres estaban orgullosos y felices de verlo».
«Quería sólo desaparecer»
Ella se llama Robyn McLean, es una joven estadounidense de origen filipino y ha decidido contar al mundo, a través de un blog, su historia personal, tan dramática y feliz. Robyn se quedó embarazada en 2010, dos semanas después de haber dicho a su novio que ya no quería tener relaciones sexuales con él: «Quería esperar hasta el matrimonio», pero él «abusó de mi con violencia».
Robyn es hija adoptiva de un pastor protestante y había educado a muchas chicas más jóvenes que ella al valor de la castidad. «Pero yo, sin embargo, caí». Tras descubrir que estaba embarazada, se pasó horas llorando «pensando en ellas: sólo quería desaparecer». No solo: cuando Robyn le dijo a su novio que había decidido dejarlo, él la chantajeó amenazándola con difundir cosas de todo tipo sobre ella. Para convencerla el joven llegó incluso a fingir un arrepentimiento que en realidad no sentía: «Me pidió perdón por no haberme tratado por lo maravillosa que yo era», salvo que intentó violarla tres meses más tarde: «Intenté defenderme (…), hasta que finalmente paró».
«¿Quién querrá a este niño?»
A continuación, «por una serie de razones» (o de no razones), Robyn decidió de permanecer con ese hombre. «Acabamos casándonos, esperaba que él con el tiempo cambiaría. No puedo ni imaginar lo ciega que estaba entonces», confiesa la joven. «Intentaba sobrevivir como podía y evitar problemas». Durante meses, por todas partes (incluida la gente de su iglesia) la llenaban de dudas: «¿Quién querrá a este niño», «¿Quién querría un recuerdo así?». Pero en cambio, cuando nació Adriel, inesperadamente, ya «no sentía ninguna vergüenza al mirarlo. Surgían nuevos sentimientos y nuevas memorias. No había ni pena ni agonía. Era un niño tan encantador que me conquistó».
«Vi que le amaba»
El pequeño hizo añicos «el muro de prejuicios que dice que nada bueno puede venir de una violación o de una circunstancia dramática», cuenta hoy Robyn. Afortunadamente, sigue, «mis sentimientos no cambiaran nunca (…) a pesar de su padre biológico. Estoy orgullosa de mi hijo, de lo fuerte que ha sido en mi seno». Y si «antes lo único que veía eran los problemas y la vergüenza, ahora lo único que veo es que cuando mi hijo nació, todo cambió. Yo cambié, mis sentimientos cambiaron» y «vi claramente cuánto le amaba». Adriel ha sido desde el primer momento «un imán para las personas (…) a las que siempre hace sentir importantes».
Robyn no duda en llegar enseguida al centro de la cuestión. El aborto. Es equivocado pensar que un caso dramático como el suyo tenga que terminar por fuerza con un aborto. «No siempre sabemos lo que nos reserva el futuro», escribe. Pero, en todo caso, según ella «tomar la decisión de matar a un niño que se lleva en el seno porque pensamos que así todo terminará de un cierto modo, de un modo mejor, es algo muy equivocado. Cuando miro a mi hijo y le veo, siento el mismo amor que siente cualquier madre. No veo los recuerdos negativos o el dolor. No me arrepiento de nada, no siento dolor». Al contrario, «me siento libre».
«Os amo»
Robyn piensa «en las madres que, allí fuera, han abortado» sin ninguna presunción ni voluntad de juzgar a nadie. «No estoy enfadada con vosotras. Mi corazón llora la pérdida de vuestro hijo (…). Algunas de vosotras no habéis tenido a alguien que os dijera que os amaba, y es tan difícil entonces amar a los otros...». Por esto, si «os han dicho que sois nada, que sois inútiles y estúpidas, yo quiero deciros que os amo, que sois deseadas, que tenéis un gran valor»
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