“Llega, aunque sea sólo a uno, Señor…”.
Nicole y Morgan
Mi
oración, repetida desde que conté mi historia por primera vez hace casi veinte
años, ha sido la misma; para que el Señor, de alguna manera, use mi vergüenza y
arrepentimiento para ayudar a alguien más. Él siempre responde. La primera vez
que compartí mi testimonio públicamente, una mujer se me acercó y me dijo:
"Gracias por compartirlo. Mi madre me obligó a abortar cuando tenía
dieciséis años. Siempre pensé que estaba mal. Tú eres la primera persona que me
confirma lo que siempre he sabido". Pero mi respuesta favorita a esa
simple oración yace en la historia que estoy a punto de contar.
Primero,
déjenme que les cuente mi propia historia. Crecí en un hogar cristiano. Siendo
adolescente recuerdo que mi padre me decía: “el aborto está mal. Soy pro vida
excepto en casos de violación y también en los casos en los que esté en peligro
la vida de la madre”. Al igual que otros consejos que me había dado, éste
también lo hice propio.
Poco
tiempo después, mi maestra de Biología pidió a la clase que escribiera un plan
estratégico para afrontar un embarazo no planificado y me negué: "Si
alguna vez me embarazo no se tratará de un embarazo no planificado. La
abstinencia funciona el 100% de las veces". Nunca pensé a los 15 años que,
pocos años después, mi "plan" sería probado y aprendería por las
malas que este "plan" no me preparó para la realidad. . .
Le conocí en un avión de regreso a casa por Navidad. Se ofreció
bajar mi equipaje del compartimento superior y luego se negó a darme mi maleta.
Mientras lo seguía fuera del avión, todavía pidiéndole la maleta, me dijo:
"Me gustaría llevarlo un rato más, si no te importa. ¿Te gustaría tomar
algo para beber?" Sorprendentemente, decidí que él me gustaba y acepté
darle mi número de teléfono.
Cuando me
llamó un par de semanas más tarde, lo invité a la iglesia en lugar de ir a
tomar algo. A su vez, él me invitó a ir a su iglesia, también. Emocionada de
que también fuera "cristiano", acepté encantada. Cuando le dije:
"Quiero llegar virgen al matrimonio así que, si lo que buscas es sexo
debemos terminar la relación ahora", él me aseguró que estaba de acuerdo.
Pero mintió.
Ahora estoy convencida de que estaba enganchado a la
pornografía. No puedo explicar racionalmente su comportamiento de otra manera.
De hecho, una adicción a la pornografía descontrolada, siempre llevará a querer
hacer lo que uno lee y mira. Con el tiempo, la conciencia queda cauterizada y,
al igual que un adicto a la cocaína, hará cualquier cosa para obtener su
"droga". Para él, yo sería su “droga”, aceptara o no.
Cuando sus intentos iniciales de llevarme a la cama resultaron
inútiles, recurrió a la droga para conseguir su propósito.
Una noche tuve un sueño horrible. En mi sueño, había regresado a
mi antiguo campus universitario, sólo que ahora me encontraba en las últimas
etapas de un embarazo. Bien entrada la noche, fui de dormitorio en dormitorio,
buscando un lugar para dormir. Desesperadamente cansada, todos me rechazaron.
Finalmente, mi ex novio me dejó entrar, pero me dijo que tendría que usar la litera
superior. Con dificultad, trepé y luego caí en un sueño profundo.
A la
mañana siguiente, me desperté y le conté el sueño a mi “novio”. Sus ojos se
pusieron tan grandes como platos. En ese momento, todavía no lo sabía. Pero
luego fui al baño y algo inusual cayó de mi cuerpo. Además, sentía un creciente
de dolor y sabía que algo andaba mal. Salí corriendo y grité: "¡Tengo que
ir a la sala de emergencias!" Él me convenció de que nada había sucedido,
pero dos semanas después, supe la verdad.
La negación tiene un efecto sedante. A las personas que nunca
les ha ocurrido les gusta decir: "¡Nunca permitiría que abusaran de mí
así!" Cuando tienes el papel protagonista en tu horrible “reality show”
televisivo, simplemente no parece posible. De hecho, tu mente te ayuda a creer
que no está sucediendo para preservar tu cordura. No podía creer que mi novio,
el hombre a quien había dado mi corazón, me violara. Entonces, le creí a él. .
. hasta dos semanas después, cuando dos pruebas positivas de embarazo me
obligaron a hacer frente a una realidad para la que no estaba preparada.
En los días y semanas posteriores a
darme cuenta de que me habían violado, estuve aturdida. De ordinario, mi agenda
diaria para el trabajo tenía muy poco "espacio en blanco" debido a
todas mis notas. Las páginas casi en blanco después de la violación reflejaban
mi estado mental distraído y parecido a un zombi. Simplemente, me dejaba
llevar.
Al mismo
tiempo, los estándares sociales exigían que tomara una decisión de vida o
muerte para otro ser humano. Simplemente, no podía. Entonces, me apoyé en
aquellos en quienes más confiaba: mi familia, mi mejor amiga y mi iglesia.
Siempre le digo a la gente que si tiene ocasión de que le pidan
su opinión en el caso de un embarazo no planificado, intenten dar una respuesta
real. Decirle a alguien en crisis: "Lo que sea que quieras hacer, te
apoyaré" no es de ninguna ayuda. Ella está pidiendo un consejo definitivo.
Ella necesita escuchar: "Sé que esto te hace sentir mal y no eres capaz de
ver cómo vas a superarlo, pero lo harás. Voy a acompañarte en cada paso. Lo
lograrás. Eres fuerte. Puedes hacerlo. Sé que nueve meses parecen una
eternidad, pero en realidad no es así. No tomes una decisión hoy de la que te
arrepentirás el resto de tu vida. Elige la vida. Es la mejor opción para los
dos”.
Desgraciadamente,
el único consejo específico provino de mi pastor. Ella me dijo: "Permite
que te tranquilice. A los ojos de la iglesia, cualquier decisión, considerada
en la oración, está bien. En tu caso, creo que debes abortar. Debes dejar esto
atrás ".
Entonces,
me habló de sus dos hijas que también se enfrentaron a embarazos no planeados.
Una eligió la adopción, la otra el aborto, y ambos fueron decisiones igualmente
buenas, dijo. Agregó despectivamente: "Hay una pareja en la iglesia que
quiere adoptar, pero, no, no debes hablar con ellos. Debes abortar".
Recuerdo que mi corazón me decía: "¿Hay algo en los Salmos
sobre esto?". Mi corazón comenzó a romperse cuando la puerta se cerró
lentamente. Sentí que no tenía otra opción. Estaba convencida de que nadie
adoptaría a mi bebé porque tenía un 50% de probabilidades de portar el gen de
la neurofibromatosis (una horrible enfermedad que mi papá sufrió la mayor parte
de su vida adulta). Empecé a prepararme para el aborto. Me sentí como un
cordero llevado a su muerte en el interior. No creía que pudiera elegir.
Después
del aborto, supe que hay algo peor que ser violada. Experimenté el aborto como
si hubiera sido violada de nuevo, sólo que peor, porque esta vez, había
consentido el asalto. En ambos casos, los hombres me agredieron físicamente. El
segundo trauma, el aborto, me afectó emocionalmente y me colocó al borde del
abismo.
Pasaron cuatro años para recorrer el lento camino de sanación en
Cristo. Si no hubiera sido por el maravilloso marido que Dios me envió, no sé
cómo estaría aquí hoy. Él me dijo desde el principio: "Te amo, pero lo que
hiciste estuvo mal". Esa grieta en mi corazón me ayudó años más tarde,
después del nacimiento de nuestro primer hijo, John, para finalmente ver la
verdad. Rompió mi corazón. Pero, necesitaba romperse… para que Dios pudiera
volver a recomponerlo.
Nicole, Rebecca Kiessling y otra activista pro vida
Hace unos
años, tuvo lugar un "encuentro divino", cuando hablé en mi iglesia.
Los horarios para hablar se reprogramaron varias veces durante muchos meses
hasta un domingo de noviembre en el que, finalmente, compartí mi testimonio en
nuestra iglesia. Ahora trabajo con el Centro de Reforma Bioética, compartiendo
imágenes de víctimas de aborto principalmente en campus universitarios en
Virginia y el sureste. Ese día, empecé mi charla diciendo que mis palabras no
tenían la intención de condenar a nadie, y que no creyeran al Enemigo si se
sentían de esa manera.
Como
mujer que ha abortado, entendía demasiado bien esa culpabilidad fuera de lugar.
Expliqué el razonamiento detrás de nuestro trabajo, citando el trabajo de
reformadores sociales históricos exitosos como William Wilberforce, Lewis Hine
y el Dr. Martin Luther King, Jr. Y mostré imágenes de abortos en el primer
trimestre: bebés pequeños, con extremidades y apéndices arrancados de sus
pequeños cuerpos. Es devastador verlo por primera vez. No tenía idea de que,
entre la audiencia, había ese día una víctima de violación embarazada.
Morgan me dijo dos meses después que ella había estado allí.
Sentada entre la audiencia, era un domingo raro para ella. Me dijo: "Tú
estabas allí para mí".
La noche en que la violaron, se había escabullido de su casa
para pasar el rato con sus amigos. Violada por una pandilla de vuelta a casa,
escondió sus ropas destrozadas, y no le contó a nadie lo que había sucedido,
salvo a unas pocas amigas íntimas. Cuando descubrió que estaba embarazada, sus
amigas del instituto acordaron que abortara el sábado siguiente. Les había
dicho a sus padres que tenía un evento deportivo en Washington D.C. para que no
sospecharan nada. Pero, entonces, en la iglesia, escuchó mi testimonio y vio
las imágenes, y supo que no podía hacerlo.
Morgan tuvo el coraje de contarle a sus padres lo que había
sucedido, a pesar de sentirse avergonzada de haberse escapado de la casa y de
haber planeado un aborto. Se unieron a ella y la apoyaron en la elección de la
adopción de su bebé. Durante su embarazo, pude conectarla con Save The 1 y se
unió a su Facebook privado para madres biológicas por violación, para que no
tuviera que afrontar esto sola. Una familia de la iglesia la puso en contacto
con la familia ideal para su bebé. Meses más tarde dio a luz y llamó Justice al
niño.
El dolor de abortar a mi hijo Matthew es el
mayor remordimiento de mi vida. Me destrozó. El aborto obliga a una madre a
volverse contra su propia carne y sangre. Es autodestructivo como ningún otro
trauma: las cicatrices son profundas. La violación también es traumática, sin
dudas. Pero complicar el trauma de la violación con el segundo trauma del
aborto está contraindicado. El aborto daña a las víctimas de violación; nunca
les ayuda. La mejor opción para la madre que ha concebido en una violación es
continuar el embarazo, rodeada de familiares y amigos con el apoyo de un centro
de recursos para el embarazo.
“A los que aman a Dios y actúan según su
mandato, Él les promete que todas las cosas que ocurran serán para su bien”.
(Romanos 8:28). Para mí, la historia de Morgan es una prueba de su promesa. Mi
bebé murió y rompió mi corazón de madre. Pero Dios se sirvió de mi dolor y mi
sufrimiento para impulsarme al ministerio en nombre de los que están por nacer.
Gracias a que estoy dispuesta a compartir mi doloroso testimonio de la muerte
de mi hijo, Justice está vivo, y su madre vive sin el arrepentimiento del
aborto. De hecho, cuando salvas a un bebé concebido en violación o con una
anomalía fetal, realmente salvas a dos: madre e hijo. Nos llamamos a nosotros
mismos "Salvar el 1", pero cuando salvas al hijo, también salvas a la
madre; salvamos a ambos.
BIO: Nicole Cooley es una activista pro vida, colaboradora del Centre for Bioethical Reform. Vive en Virginia (Estados Unidos) con su marido y sus cuatro hijos. Es bloguera de Salvar El 1
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