Por Lori Sealy
Soy adoptada y hace unos cuantos años tuve la dicha de conocer la historia de
mi madre biológica.
Llegué a
este mundo con unas circunstancias que
eran todo menos 'ideales'. Mi madre biológica
tocaba instrumentos musicales y tuvo una relación sentimental con un
hombre casado que tenía seis hijos.
No habían planeado que mi mamá quedara embarazada pero ocurrió y se
asustaron mucho. Pensaron que la mejor decisión para todos era que ella
abortara. Para ellos terminar con el embarazo era mejor opción que terminar con
el matrimonio de mi padre biológico y
era preferible romper el corazón de un niño que aún no había nacido y al que no conocían que los corazones de seis niños.
Juntos
fueron a la clínica abortista, entraron, se registraron, se sentaron, y
esperaron...y esperaron...y esperaron. Esperaron durante una hora, pero nadie
apareció.
Lo que
ocurrió fue que, por un error de la recepcionista, se saltaron en la lista el
nombre de mi madre biológica así que, en vez de llamarla a ella, llamaron a la
siguiente en la lista.
El error
de la secretaria fue sólo una de las piezas de un rompecabezas providencial
que ayudó a asegurar que seguiera
existiendo fuera del vientre de mi madre. Otra de las piezas de esa providencia
fue que, durante su embarazo, se acordó de una lección que un día escuchó en
una escuela dominical en la que había estado. El recuerdo tenía más de dos décadas. Era la lección sobre los
Diez Mandamientos, una lección que ella había oído por casualidad cuando visitó a una tía que vivía en otro pueblo. Otra casualidad fue que su
tía la llevase a la iglesia, algo que su familia raramente hacía.
Mientra
ella se sentaba en una silla fría de metal en ese oscuro y sucio cuarto de
espera, las palabras “No matarás” le
pasaron por la conciencia como un trueno y advirtió que lo que iba a hacer era matar. Se volvió hacia mi padre
biológico y le dijo que aunque dar a luz a ese hijo fuera difícil y traumático,
ella no podía abortar, y encontría una manera de llevarme en su vientre hasta
que diera a luz.
Llegaron juntos a esa clínica pero mi madre salió sola.
Pasó los
siguientes siete meses sola, escondida en una cabaña de cacería que tenía un solo cuarto. Esta cabaña estaba en un bosque en Sumter, Carolina del Sur.
Ella se aisló de todas las personas que
la conocían para no tener que lidiar con la vergüenza y los comentarios por seguir adelante con ese embarazo a pesar
de las circunstancias de su concepción. Su sacrificio enorme hizo posible que
yo ahora yo esté aquí.
Ella no
escogió el camino más cómodo y fácil sino que invirtió radicalmente el rumbo de
su vida y se persuadió de que la niña que llevaba en su vientre no
debía morir a consecuencia de sus 'acrobacias' en un adulterio.
Cuando
reflexiono sobre la historia de mi vida y las circunstancias en las que fui
concebida me doy cuenta de cuán cerca de la muerte estuve en la clínica de abortos. Allí otra persona, una pequeña
niña o un pequeño niño murió ese día en mi lugar cuando llamaron a su madre en
el lugar de a la mía. Pienso en el matrimonio que fue destrozado por mi nacimiento;
mis hermanos que sufrieron por la infidelidad de mi padre; el temor que mi
madre sentía cuando se refugió en la pequeña cabaña y las consecuencias que, a
largo plazo, sufrió mi madre por el sacrificio de dejarme nacer. Cuando pienso
en todas estas cosas, me sorprende mucho. A mi madre le costó mucho llevar
hasta el final el embarazo y muchos de sus sueños murieron. Pero ella sacrificó
sus sueños para darle vida a mis sueños...
Con
frecuencia me pregunto: ¿Por qué estoy aquí? ¿Debería estar aquí?
Podría
mirar mi vida y decir: “Sólo soy un accidente. Ni siquiera debería existir. No
soy más que un error"...
En esos
momentos en los que la duda y la culpa surgen sobre los oscuros detalles de la
historia de mi concepción, es cuando siento el peso de la carga de mi
nacimiento puesto sobre las espaldas de otros; ahí es cuando emergen mis
pensamientos más profundos y escondidos y la verdad de Dios me es revelada y me
dice porqué estoy aquí. Estoy aquí por la Voluntad de Dios aunque pueda parecer que surgiera del
caos.
La
palabra de Dios me enseña que no estoy aquí por accidente sino que
estoy aquí -independientemente de las circunstancias que me trajeron a este
mundo- porque Dios me quería aquí. La
palabra de Dios me dice que a pesar del pecado sexual de mis padres biológicos,
Dios soberanamente “formó mis partes
interiores y me unió en el vientre de mi madre". Él me dice que yo
estoy “formada maravillosamente”.
Algunos
años atrás, recibí una carta de mi madre biológica -la mujer que sacrificó
tanto por mí. Ella me escribió para contarme que piensa que no estoy viva
por accidente sino que yo existo por voluntad divina y que a pesar de todo lo
que sufrió, no cambiaría nada si pudiera echar marcha atrás.
Decía en
su carta:
“Lori,
Dios te hizo con un propósito. Tú no eres un accidente o una idea tardía, tu no
estás en la tierra ‘solo porque sí' y tampoco eres simplemente un acto de
creatividad de Dios sin orden ni concierto. Tu fuistes planeada por el Creador
del Universo, aunque no fuistes planeada por mí. A ti, Dios te tenía en su mente
mucho antes de que nacieras y te
esperaba con alegría. ¡Yo también lo hice!
Yo ahora
me dirijo a todas esas mujeres que esperan un hijo y no disfrutan de las
mejores circunstancias o a todas las que sufren como consecuencia de una
gestación no planeada:
Amigos y amigas, no conozco sus historias,
pero lo que sí sé es que no importa tu situación de hoy, afrontando un embarazo
no planeado, luchando contra las
consecuencias de un aborto, tratando de descifrar los detalles de un nacimiento
que llegó de un adulterio, o de una
violación, o de otro hecho
horrendo, Toda vida tiene valor y propósito desde el vientre hasta las tumba.
Yo no soy
un accidente, y tú no lo eres tampoco, Seguramente la pequeña vida que se está
creando dentro de ti tampoco es accidente. No importa cómo sean tus
circunstancias en este momento. Quiero que tú sepas que hay un Salvador que te
perdona todos tus pecados en este mismo momento. Hay un gran Dios que es bueno
y un Salvador que coge las cosas malas y las hace hermosas; hay un Dios que
toma las situaciones más horrorosas y los hace maravillosas; un
Dios que coge las historias más tristes y crea las canciones más dulces.
Él ha hecho eso por mi
mamá biológica y por mí, y yo rezo para que a través de mi historia puedas encontrar un poco de esperanza y ayuda
en Él.
Biografía: Lori Sealy vive en Carolina del Norte con su esposo y sus dos
hijos. Es pianista, guitarrista, cantautora, oradora, líder de adoración y
bloguera pro-vida para Salvar el 1 (Save The 1). Ella comparte, también, sus
experiencias de crianza de su hijo con Autismo y su testimonio de fe, de cómo
pasó de ser atea a cristiana. Su
dirección de internet es www.lorisealy.com.
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