Verónica Cardona, Colombia.
Madre por una violación.
Verónica con su hija
Mi
primera reacción cuando supe que estaba embarazada fue sentirme totalmente
destrozada. El impacto era muy grande al darme cuenta de que esperaba un hijo.
En ese preciso momento sentí que mi vida se había frustrado, más aún porque
sabía que el bebé que venía en camino era el “producto” de una violación. Caí
en depresión unos días, no quería matar a un ser inocente, pero tenía miedo,
quizás el mismo miedo que sienten muchas mujeres al enterarse de que están
embarazadas. Miedo a que no fuera capaz de salir adelante, miedo a los
prejuicios, miedo a que me vieran con lástima, miedo a afrontar la realidad,
miedo a quedarme sola.
Naturalmente
casi toda mi familia, doctores, jueces, en fin, todos querían que abortara y
más aún aquí en Colombia, que se acababa de hacer “legal” el aborto en tres
casos: por violación, por malformación y por riesgo de la vida de la madre. Yo
cumplía con todos los requisitos: violación, una posible malformación por la
información genética, y mi vida estaba en riesgo pues era un embarazo de alto
riesgo.
Por
otra parte, recordaba un día en el cual mi mamá, llorando, me pedía perdón pues
ella había intentado abortarme, no quería que yo viviera, y pensé que yo no
tenía el derecho de arrancarle la vida a nadie y menos a una personita
indefensa que no podría defenderse, una personita que no me había hecho nada a
mí.
Y
así, aunque en mi familia me dejó de hablar por unos días, sólo mi mamá me
apoyaba en mi decisión, pues me había dicho que fuera cual fuera mi decisión
era mía y me iba a apoyar. Y así comenzó a crecer en mí el más grande milagro
de amor.
Fue
una experiencia, aunque dura, hermosa. Cuando veía las ecografías podía darme
cuenta del gran milagro de la vida, sentir sus pequeños pero inofensivos
golpecitos en mi estómago. Y luego, ver su ternura al nacer.
En
este tiempo mi mamá se encontraba asistiendo a una comunidad católica, y ellos
me ayudaron bastante. Me animaban a seguir en mi decisión de traer esa vida al
mundo, ya fuera que al nacer diera a mi hija en adopción, o decidiera quedarme
con mi hija y salir adelante. Hablábamos de los muchos niños que han sido
abortados.
Durante
este tiempo quise olvidarme de Dios. Me enojé con Él porque no podía entender
cómo un Dios tan bueno y con tanto amor hacia mí podía permitir que me pasara
esto, que no había hecho nada malo en la vida, y que desde antes de nacer ya
estaba sufriendo bastantes dificultades pues desde el vientre de mi mamá ya no
era deseada. No podía entender, mas, sin embargo, me refugiaba en Él y le pedía
fuerzas para continuar adelante y hoy estoy segura de que Él siempre estuvo
conmigo en mis noches y días de llanto. ¡Era Él quien me animaba y me
levantaba!
Después
del nacimiento de mi hija, me sentía con muchos vacíos y busque llenarlos
refugiándome en muchas cosas: amigos, fiestas, bebida, trabajo.
Por
esa época, los papás de mi mejor amiga se iban a separar y los invitaron a un
retiro espiritual de parejas en la comunidad Lazos de Amor Mariano. Ellos
asistieron a pesar de haber hablado ya con sus abogados para empezar el proceso
de separación, y cuando regresaron de este retiro era impresionante, parecían
novios. En los años que llevaba de conocerlos nunca había visto esto y yo soy
como parte de la familia, incluso me encontraba trabajando con ellos.
Ellos
quisieron que yo fuera a un retiro de conversión en la misma comunidad. Tengo
que admitir que sentí miedo de ir, porque sabía que me iba a encontrar con
Dios, iba a entender muchas cosas. Sentía miedo porque hacía un tiempo le había
dado la espalda a ese mismo Dios que siempre estuvo a mi lado.
¡Estando
en el retiro pude volver a vivir! Pude perdonar a mi papá y a todos los que
alguna vez me habían hecho daño. Entendí muchas cosas, me sentí digna
nuevamente, ¡volví a nacer!, ¡fue hermoso!
Cuando
salí del retiro, sentí un gran deseo de pertenecer a esta comunidad, así que
empecé un proceso. Por gracia de Dios, empecé a servir y me di cuenta de que la
vida es un don.
Me
indignaban, como me indignan ahora, los argumentos de los abortistas, que se
escudan en casos como el mío para matar a un inocente y llenar sus bolsillos
con dinero manchado de sangre inocente, diciendo que cada vez que veas a ese
niño vas a recordar el momento tan doloroso en que fuiste abusada, o que si
tiene alguna malformación va a ser un niño infeliz, o que si mueres quién
cuidara de tus hijos.
Sentí
la necesidad enorme de gritar la verdad al mundo, que es que un hijo nunca te
recordará las circunstancias, porque es una persona absolutamente diferente,
por el contrario, te ayudará a sanar las heridas, le dará alegría y sentido a
tu existir.
Lo
digo desde mi propia experiencia y no como los abortistas que hablan sin
siquiera conocer o haber pasado por una experiencia de estas, porque la mayoría
que apoyan el aborto no han abortado, pues las mujeres que, engañadas, abortan
después son defensoras de la vida.
No
son infelices los niños con malformación. Además, la mayoría de diagnósticos
médicos en estos casos se han equivocado. Según ellos, mi hija iba a ser un
ogro y bueno, hoy es el más bello ogro. No tiene ninguna dificultad, no tiene
ninguna enfermedad, no tiene ningún retraso. Y si lo tuviera, como una primita
mía, no sería infeliz, por el contrario, ella es absolutamente feliz.
Y
eso de que se puede abortar por riesgo de vida de la mamá, pues mueren más
mujeres abortando que mujeres dando vida.
A
los abortistas no les importa la mujer como quieren aparentar. Sí les importara
verdaderamente, no ofrecerían un aborto sino, por el contrario, ayuda para
salir adelante con su hijo, aceptarían realidades como el síndrome post-aborto, aceptarían que la vida comienza en la fecundación del óvulo como lo
dicen los científicos.
Reclaman
“derechos” de la mujer y ellos son los primeros en pasar por encima de ellos,
pues las mujeres tenemos derecho a saber la verdad, algo que ellos no hacen.
Las mujeres tenemos derecho a una maternidad, y ellos pasan por encima de este
hermoso don, convirtiendo el vientre de las mujeres en la tumba de su propio
hijo.
¡El
aborto no desembaraza a nadie! Matar no es una opción, es la peor decisión. La
vida engendra vida, la muerte, por el contrario, engendra muerte, dolor,
llanto, desesperación, angustia y una culpa que muy difícilmente se borrara de
tu mente, de tu alma, de tu ser.
Los
abortistas no deben jugar con el dolor de la mujer y de muchos hombres también
que son víctimas de un aborto.
Por
último, quiero invitar a todos los católicos, cristianos, evangélicos, ateos y
a todos los que están a favor de la vida, a que no nos cansemos de ser la voz
de aquellos que, aunque tienen voz y derechos, han querido callarlos desde el
vientre.
Verónica con su hija y con el hombre que va a ser su esposo
Gracia
a Dios pude perdonar a mi papá, mirarlo a los ojos y darle las gracias por
haberme dado la vida. Mi hija que está próxima a cumplir 11 años, hace un año y
medio que sabe todo lo que pasó porque ella tiene derecho a saber la verdad y
lo tomó muy bien. Ella también ha perdonado a mi papá que murió hace seis años.
En
este momento Dios nos ha regalado la oportunidad de estar en preparación para
el matrimonio y hemos podido darnos cuenta mi hija y yo que no todos los
hombres son iguales. Que el verdadero amor existe y que se puede vivir la
reconciliación con las personas que nos han hecho daño.
Biografía:
Verónica vive en Colombia. Tiene una hermosa hija y está a punto de casarse.
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