María de la Paz Rodríguez
Coronel, Argentina
Mi madre con mucho dolor continuó valientemente
con el embarazo dándome la posibilidad de vivir.
Siempre supe que soy adoptada. Me enteré hace
poco que fui gestada durante un ataque sexual hacia mi madre biológica. Me
produjo mucho dolor y culpa enterarme de la cruel verdad.
Paz con su inseparable pañuelo celeste por las dos vidas
Corrían los años 70. Un matrimonio jovencito,
recién casados, soñaban con formar una familia tras varios intentos fallidos de
quedar embarazados.
Su deseo se aumentaba a medida que pasaban los
meses y los años. Tratamientos, oraciones, plegarias… nada parecía funcionar.
Hasta que decidieron comenzar los trámites de
adopción.
Soportaron duros requisitos, trámites
burocráticos e investigaciones para ser buenos candidatos.
Lograron coincidir con todos los parámetros
correspondientes para ser padres adoptivos. Los llamaban de todos lados. Hasta que un día recibieron la noticia más
feliz de su vida.
Era 1978, Provincia del Chaco, una adolescente
sufrió un ataque sexual en el cual queda embarazada del violador.
Sola, desamparada, sin esperanza, humillada, se
dirige a un hogar, a un hospicio. Vive el embarazo con mucha valentía.
Probablemente, sentía vergüenza, por eso había huido de su casa.
Tuvo su beba con un peso normal de 3500 kg
aproximadamente. Vagó por todos lados con la criatura en brazos. Hasta que
decidió darla en adopción. Se dirigió a una casa cuna y con mucha tristeza y
esperanza la entregó con la ropita que tenía puesta.
El personal de la casa cuna le dieron amor y
cariño. No se supo más de ella.
La beba creció entre niños, enfermeros y
cuidadoras quienes luchaban día a día para mantener el hogar casa cuna digno y
limpio dado que la situación económica era insostenible.
Un día, el matrimonio de Buenos Aires recibe el
llamado de Dios. “Hay un bebé que fue
dado en adopción”. ¿Ustedes podrán viajar lo antes posible a la Provincia del
Chaco?
Los futuros padres se emocionaron mucho.
Lloraron abrazados durante media hora. Agradeciéndole a Dios por sus plegarias.
Luz María, su madre adoptiva a quien Paz llama siempre su madre del corazón.
Al arribar a la provincia de Chaco se dirigieron
a la casa cuna. Estaba fresco. Al llegar al hogar los reciben muchos chicos con
la esperanza de irse con su familia adoptiva. Corrían niños por todos lados. Se
encontraba el personal de mantenimiento reclamando dinero por los arreglos del
inmueble. Entonces, el joven futuro padre adoptivo se fue al centro comercial y
les compró una cocina nueva a donación.
Cuando regresó se dirigió hacia una de las
tantas cunas en donde descansaba una bebita en pañales, delgada y
abandonada. La señora, antes de que le
indicaran la cuna, se adelantó con mucha ansiedad y se dirigió a la cuna número
22. Apenas se acercó a la beba… La bebita abrió sus enormes ojos y lloró. La
joven la levantó, la acunó con mucho amor en sus brazos y la bebé dejó de
llorar y la joven madre no la soltó más.
Esa madre era Luz María y esa beba era YO.
Le preguntaron a mi madre las cuidadoras y
enfermeras del hogar cómo sabía ella quien era la beba que iba a adoptar y
,felizmente, le contesto: “intuición de madre”.
Luego se realizaron todos los trámites
correspondientes a la partida de nacimiento en el Registro Civil.
Me llamaron María de la Paz, consagrándome a la
Virgen Reina de la Paz.
Volvimos felizmente a Buenos Aires. Allí nos
esperaban mi bisabuela, abuelos, tíos y primos. Hicieron una fiesta. Me
bautizaron.
A los dos años de edad le pregunté a mi mamá si
había estado en su pancita, y me dijo que no. Seguimos la vida naturalmente.
Fui al jardín de infantes, jugaba con mis primos y amigos. Luego tomé la
Primera Comunión y la Confirmación. Tuve una infancia muy feliz. Muchas fiestas
de cumpleaños y Navidades.
Cuando comencé la adolescencia empecé a
cuestionar todo, incluso mi origen.
Había mucho hermetismo sobre mi historia previa
a la adopción. Me faltaban 8 meses de mi vida que estaban vacíos, no sabía
nada.
Al terminar el secundario comienzo a trabajar.
Vivía la vida normal de una jovencita saliendo al mundo, a la sociedad. Pero
nunca dejé de pensar en esos 8 meses vacíos de mi vida. Nadie me decía nada.
Pasaron los años, me casé y tuve dos hijas. Me
recibí y realicé varios cursos de especializaciones.
Soy acompañante terapéutica, maestra
integradora, asistente geriátrica, operadora lúdica comunitaria. Y Catequista
de la Diócesis de San Miguel Arcángel.
Era 2007 cuando una tía me comenta que mi mamá
biológica fue violada y como resultado de dicho ataque nací yo. No dije nada.
Seguí con mi vida. Hasta que un día no aguanté más tanto dolor, me sentía
culpable de haber nacido y decidí compensar a mi mamá biológica con mi vida. Le
ofrecí a Dios todo mi ser y tras un terrible período de depresión tomé
pastillas para aliviar el dolor. Estuve internada varios días en el hospital.
Mis padres y familiares sufrieron mucho. Estaban enojados conmigo, no supieron
comprender la situación. Reacción típica.
Logré recuperarme gracias a mi grupo de oración
y a mi hijita y familia, familia política y amigos.
Con el tiempo acepté mi realidad.
Tuve dos madres, una que valientemente me dio La vida y otra que me dio SU vida hasta su última respiración.
Era verano del 2015 cuando andando en bicicleta
por Bella Vista, veo un cartel con la imagen de un bebito de 8 semanas pidiendo
nacer. No entendía el reclamo. Entonces me dirijo al número que aparecía y
contacto con los que organizaban esa campaña de “El Bebito”. Me sumo a la campaña por Facebook y comienza
un vínculo con Mariana Rodríguez Varela a través de su hermana Helena. Me brindan material para publicar y comienzo
a militar a favor de la vida.
Con Mariana Rodríguez Varela
¡Claro! ¡Personalmente, celebro la vida! Me sumo
con mucho amor.
En ese transcurso conozco a una adolescente que
se quedó embarazada. Y no deseaba ese bebé por nacer. Yo tenía la información
suficiente para enseñarle a esa chica que lo que llevaba en su pancita no era
un montón de células, sino que era un bebé. Tras largos días de diálogo y
contención, decidió continuar con el embarazo. Esa experiencia me hizo
reflexionar. De inmediato, lo trasladé a mi persona.
No lograba contar públicamente que fui bebé no
deseado gestado durante una violación.
Hasta que las cosas se pusieron muy difíciles en
mi país, La República Argentina, con el proyecto de ley de la “interrupción
voluntaria de embarazo”.
Un día comentando en Facebook a favor de la
vida, veo que “en caso de violación” estaría bien que la mujer atacada
sexualmente decida sobre su cuerpo deshaciéndose del feto que lleva en su
vientre.
Por supuesto que no estuve de acuerdo con dicha
afirmación. Entonces comenté libremente.
Hasta que recibo mensajes espantosos de una
pariente, una prima cercana, que me hacía sentir culpable de haber nacido, que
todos los niños abandonados debieron haber sido abortados, que los adoptados no
debieron existir. Me sentí muy mal por eso, dado que en privado me decía que
era culpable de lo que le había pasado a mi madre biológica y que yo no debía
haber existido.
Esa tarde me derrumbé. No podía levantarme de la
cama, lloraba todo el tiempo. Tenía los signos de aquella depresión. Entonces
le mando un mensaje por WhatsApp a Mariana Rodríguez Varela llorando y
renunciando a la campaña de “El Bebito”.
Me sentía muy mal por haber nacido gracias a esta mujer insultante.
De inmediato, Mariana me pregunta: “¿Sos
adoptada?”
Y le contesté: “Sí”.
Fue en ese instante que Mariana me contuvo con
mucho amor, y me dijo que era una bellísima historia de amor.
Desde ese momento, celebré mi vida. Resucité.
Había vivido años de dolor. Recibí el respeto y cariño de Mariana por medio de
la Gracia de Dios.
Me sentí muy orgullosa de mis padres del corazón
y salí a las calles otra vez con el estandarte de “El Bebito”.
Era una tarde de café cuando veo la exposición
en la Honorable Cámara de Diputados del Congreso de La Nación Argentina de una
chica llamada Karina Estrella Etchepare. Me dejó sin habla su discurso.
Con karina Estrella Etchepare
Entonces,
pensé conmigo misma: “Yo también soy hija adoptiva gestada durante una
violación”. El mundo tiene que saber mi humilde historia.
Comencé a publicar en todas las redes que soy
felizmente adoptada y fruto de una violación. Sentí que debía honrar a mi madre
biológica por lo valiente que fue al darme en adopción optando por la vida a
pesar del dolor que sufrió. Tal vez no le fue fácil entregarme en aquella casa
cuna, pero es lo que pudo hacer. Darme la oportunidad de vivir.
Por eso, cuando usan de pretexto de abortar al
bebé en caso de violación, no estoy de acuerdo que se condene a muerte al bebé
gestado durante una violación dado que es un ser inocente. Se debería condenar
al padre por el delito que cometió.
¿Quién se atreve a decirme que mi vida vale
menos que la de cualquier persona que fue gestada durante un acto de amor?
¡No soy una abominación de la naturaleza por
haber sido una bebé no deseada! ¡puedo amar y ser amada!!
Soy prueba irrefutable de que el amor y mis
hijas son el resultado del triunfo de Dios en la tierra.
Con mi humilde historia quiero dejar el
siguiente legado a mis hijas: El aborto no es la solución, no se deja de ser
madre abortando, siempre, desde la concepción la mujer será madre, estará en su
propia decisión elegir: “Ser madre de un niño vivo o de un niño muerto”.
Paz y sus dos hijas, Agustina y Sofía, en una marcha pro vida en Buenos Aires
¡Por eso le digo sí a la vida, sin excepción
alguna!
Gracias al amor de toda mi familia, bisabuela,
abuelos, tíos, tías, primos, de ser una “bebé no deseada” me convertí en una
“bebé esperada”.
Biografía: Maria Paz vive en Buenos Aires,
Argentina. Es madre de dos niñas, terapeuta y una gran activista pro vida.
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