Friday, February 21, 2020

A mi hija la violaron y quedó embarazada, pero el nacimiento de mi nieta nos curó.



Por Robert Kollar

“¿Está embarazada Kristi?”. Esta es una pregunta que jamás esperé oír de boca de mi pastor y amigo, al hablar por teléfono una tarde de Domingo al llegar de la iglesia. Era la mañana del 22 de abril de 2018. Si mi hija de 18 años hubiera estado embarazada, él lo habría escuchado de mi boca, o de nosotros, ¿cierto?


Le contesté con un lento y dubitativo: “No... no lo sé... Deja que te devuelva la llamada”. Mis palabras parecían sonar como si hubieran sido editadas con efectos sonoros especiales para una película. Sentí como si mi cabeza se hubiera vaciado completamente. El único pensamiento que había en ella era como una sirena lejana que sonaba “Kristi está embarazada, Kristi está embarazada, Kristi está embarazada.” ¿Cómo podía ser posible? Y de repente, supe que lo estaba. Era una batalla más con la cual lidiar.

Mi madre acababa de fallecer un mes atrás a causa de un cáncer. Unos meses antes, mi padre se cayó de unas escaleras que tenían hielo, en la puerta de un restaurante en Munich, rompiéndose el lado derecho de su cuerpo: hombros, brazo, cadera, rodilla y pierna. Después de salir del hospital, fui a Munich a ayudarlo y cuidarlo algunos meses. Antes de eso, habíamos tenido un año muy duro, habíamos estrenado nuestra primera película en nuestro pueblo. Habíamos producido, escrito, dirigido y actuado en ella: una historia verdadera de nuestros testimonios personales de servicio a Dios. Hace 15 años supe que tenía una hija de 3 años llamada Kristi y había sentido una gran alegría, aunque no sabía nada de ella, de su madre, o siquiera si era realmente mi hija, hasta que estuvieran listos los exámenes de ADN.

Pasamos un año sin parar, filmando una película con un equipo más o menos de 40 personas que usaban nuestra casa como oficina de producción a tiempo completo.

El día siguiente al estreno, nos notificaron que íbamos a tener que mudarnos de nuestra casa rural que rentábamos en Montana, donde había vivido 19 años. Yo amaba esa casa, una propiedad de 4 acres al lado del bosque y cerca del río, 6 millas fuera del pueblo. Como padre soltero crié a Kristi ahí la mayor parte de su vida.

La propiedad era vieja y la iban a tirar para construir un complejo comercial. A 12 horas de habernos mudado a nuestra casa nueva, encendí la chimenea, y después de quedarme dormido, las vigas del ático se prendieron en llamas. Todo estaba arruinado e inhóspito, pero gracias a Dios Kristi estaba en danza y lejos esa tarde. El bombero capitán me dijo que el detector de humo salvó mi vida. Lo poco que nos quedó, lo pusimos en un almacén y durante los siguientes meses, entrábamos y salíamos de moteles, de casas de amigos, hasta un pequeño campo de casas rodantes donde nuestra casa tenía una puerta que no cerraba del todo.
Con todo lo que estaba pasando, no es sorpresa que no supiera que Kristi estaba embarazada.

Ella era de complexión muy delgada y no se le notó durante los primeros 6 meses y medio, especialmente con su ropa de invierno.


Después de la llamada de mi pastor, colgué el teléfono, esperé un momento, respiré hondo, miré a Dios diciéndole en mi corazón: “Te necesito de nuevo, por favor” y entré en el cuarto de Kristi.

De inmediato, sentí una ráfaga emocional y comencé a abrazarla y a decirle cuánto la amaba y lo orgulloso que estaba de ella. Aunque no mencioné nada más, ni sabía los detalles, ella se dio cuenta que yo sabía que estaba embarazada y los dos lloramos juntos. Mis lágrimas eran de alegría.

Lloramos y hablamos un largo rato mientras me decía que estaba casi en su séptimo mes de embarazo. Le hablé al bebé que estaba en su vientre y me presenté como "Papa". Kristi no me contó que había sido violada y fue muy vaga al hablar acerca del padre. A pesar de eso, recuerdo haber sentido que algo no estaba del todo bien, pero no quise arruinar el momento. Me alegraba de saber que Kristi criaría a su bebé sin importar las circunstancias.

Después, me dijo que ella quiso contármelo desde un principio, pero con todo lo que estaba ocurriendo en nuestras vidas, no quería decirlo apresuradamente. Kristi todavía estaba pendiente de su graduación de preparatoria y no encontraba el momento para decírmelo. Era una de las estudiantes con mayor rendimiento y la única en una escuela pequeña cristiana que se graduaría embarazada. Pero ellos la apoyaron.

Lo más significativo, es que estaba embarazada por una violación, de un joven que conocíamos, cuya familia asistía a nuestra pequeña iglesia. Por supuesto, nadie más sabía que Kristi había sido violada o que estaba embarazada. Kristi tenía miedo de contar los detalles porque temía que yo le hiciera algo malo a ese joven y me metiera en problemas y quizás tenía razón. Como podrán imaginar, había malos pensamientos rondando mi cabeza una vez que supe lo que él le había hecho a mi hija. Después de algún tiempo, mi hija me contó cómo a los 17, había sido obligada a tener sexo encerrada en el coche de este joven de 19. Kristi había tenido miedo de ir a la policía por la presión social, lo cual puedo comprender. Este joven supuestamente era muy querido y popular y vivíamos en una comunidad muy pequeña de un pueblo en una montaña.

Yo hablé de este asunto con los pastores de nuestra iglesia. El violador, sus padres, dos de los pastores, Kristi y yo tuvimos una reunión en la oficina de la iglesia una tarde en la que el joven admitió lo que había hecho.

Aunque apreciaba que dijera la verdad y esperaba encontrar dentro de mí la manera de perdonarlo, no mostraba señales de arrepentimiento. Lo que verdaderamente me sorprendía era que uno de los pastores (no el que me había llamado), le recomendó a Kristi y a su violador asistir a terapia matrimonial “¡sólo para ver si eran compatibles para criar un bebé juntos!” Por supuesto que Kristi se negó y yo estuve de acuerdo con ella, pero nos dijeron que, si no seguíamos la recomendación de los líderes de la iglesia, ella sería egoísta y no seríamos bien recibidos en su iglesia.

Al principio estábamos devastados. Habíamos asistido y servido en esa iglesia más de 12 años. Fue mi primera iglesia. Había sido nuestra familia. Amábamos a todos y ellos a nosotros, hasta ese momento. Habíamos estado ahí cada vez que se abrían las puertas, involucrándonos con varios de sus ministerios. Incluso yo había precedido varios de sus ministerios y había comenzado un ministerio de prisión ahí.

Pero ahora querían que ocultáramos un crimen, un crimen contra mi hija que cambiaría su vida para siempre. Así que nos marchamos. El 27 de Julio de 2018, fui testigo del nacimiento de Adeline Marie Kollar, quien nació temprano, a las 6:31 a.m.

Yo fui la primera persona que vio cuando abrió los ojos y me sonrió al reconocer mi voz.  ¡Me enamoré en un segundo! Era mi regalo de Dios, después de no haber sabido de la existencia de Kristi y de haberme perdido los primeros tres años de su vida. El violado rehusó a firmar el acta de nacimiento de Adeline, así que gracias a Dios le dimos nuestro apellido. Sin embargo, sus papás abrieron un caso por custodia, mientras yo convencía a Kristi de pedir pensión alimenticia.

Después de que nuestro abogado escuchara la historia de Kristi, nos recomendó que ella fuera a los Servicios para Víctimas. El amable joven consejero convenció a Kristi de denunciar el crimen a la policía -aunque habían pasado 10 meses- para que la policía pudiera mantener al joven vigilado para que no cometiera más crímenes.

En la estación de policía, me entrevistó una detective que parecía quería arrestar al joven después de saber la historia, pero eso dependería del Estado. Mientras tanto, la detective entrevistó a los pastores de nuestra antigua iglesia, al joven y a sus padres. Ella nos llamó más tarde para decirnos que todos negaron que el joven hubiera confesado, así que, si no teníamos a otro testigo, tendrían que retirar los cargos. Por supuesto, no hubo ningún testigo. Amaba mi iglesia y al pastor superior, pero habían mentido para proteger al violador y la imagen pura e inmaculada de la iglesia.

Por ese tiempo, Kristi tenía una depresión severa, vergüenza y hasta culpa, que más tarde supe era algo común entre sobrevivientes de violaciones. Lo único que podía hacer era ayudar a Kristi a criar a mi nieta. La alenté para que continuara con su sueño de asistir a una universidad de teatro del conservatorio de Nueva York. Había trabajado muy duro para ser aceptada.

Es una de las mejores escuelas de teatro en el mundo y la aceptaron. Sin embargo, con la bebé no se le permitiría ir, a menos de que yo me mudara a Nueva York también para cuidar a la bebé. En un par de meses, habíamos empacado todo en un camión grande y manejamos a través del país, desde las montañas de Montana hasta Nueva York. Ciertamente sería una nueva aventura y no teníamos idea de qué tenía preparado Dios para nosotros. No ha sido para nada fácil, pero sobrevivimos a nuestro primer año y medio. Kristi ha sanado gran parte de la herida y como siempre, le ha ido muy bien en la escuela. La mudanza ayudó a sanar la depresión, salirnos del pequeño pueblo fue la mejor decisión para nosotros. Adeline tiene 18 meses, está feliz, saludable y sabe que es amada.


Pero hay más- un profundo secreto que había guardado hasta ahora por vergüenza. En la década de los 70, cuando era un adolescente, criado en las playas del sur de California, mezclado con la atracción y tentación al sexo, drogas y rock and roll de Hollywood, tuve muchas novias. Debió haber sido justo en el tiempo de Roe vs Wade, cuando a los 16, embaracé a mi novia del bachillerato. En ese momento y sin discusiones, su mamá la obligó a abortar y le prohibió verme de nuevo hasta que fuera adulta. Recuerdo la vergüenza, la culpa y el dolor de saber que se había acabado con una vida.

Yo sabía entonces que habíamos experimentado una tremenda pérdida que nos afectaría por el resto de nuestras vidas. Nunca volvimos a ser novios, pero seguimos siendo amigos hasta hoy. Sin embargo, rara vez hablamos de esa experiencia.

En los 20 años que siguieron de la pérdida de mi primer hijo, hubo otras cinco mujeres de las que creí haber estado enamorado y en cada caso había vivido con ellas y planeado casarme. Aunque usamos varios métodos de anticoncepción, a cada una la embaracé y a pesar de mis esfuerzos, acabaron teniendo abortos en contra de mi voluntad y la relación se acabó.

Esto es muy difícil de compartir porque me siento como una horrible ramera y responsable por cada una de esas muertes por mi comportamiento irresponsable.

Siempre quise ser padre y nunca creí en los abortos, pero tenía miedo al matrimonio porque no quería divorciarme. Me rompió el corazón el divorcio de mis padres cuando era un adolescente. Desde que empecé a criar a Kristi como padre soltero, he elegido la vida de celibato y le hice una promesa a Dios que haría todo lo que pudiera para hacer un bien en las vidas de al menos 6 niños en mi vida, en memoria de los hijos que perdí.

Algunos años después obtuve la custodia completa de Kristi y estudié y recibí una Licencia de Padre Adoptivo en Montana y juntos, Kristi y yo hemos podido ayudar a varios hijos con custodias temporales. Incluso hemos servido en Myanmar (Burma) en varios orfanatos donde hay una historia para otra película que espero hacer algún día.

Tanto a Kristi como a mí, nos han pedido que demos pláticas. Kristi comparte su historia y habla en contra del aborto - sin excepciones y yo hablo acerca de la paternidad. Yo creo que, si hubiera más énfasis en el respeto a las mujeres y la paternidad del que hay, habría menos abortos.

Estoy detrás de mi trabajo y lográndolo, por la gracia de Dios. Mudarme a Nueva York tuvo un coste, así que las finanzas no son lo que solían ser, pero aparte de eso, me siento verdaderamente bendito. Tengo tanto una bella hija como una hermosa nieta. ¡Mis Chicas!

BIO: Robert Kollar es padre soltero, abuelo, y conferencista / bloguero para Salvar El 1. También hace películas, es escritor, ministro de la prisión y conferencista sobre paternidad. Para más información de sus proyectos de películas visita
mwmcornerstone.com

Saturday, February 15, 2020

Concebida en una violación, trajo debajo del brazo la medicina que su madre precisaba para sanar.



Por Ana, Colombia

Hace 34 años mi madre fue violada y después de sufrir aquel acto atroz aún tuvo que verse sometida a la humillación y el repudio de muchos, entre ellos su propia familia.


Poco después supo que había quedado embarazada, pero, con todo y la terrible situación de vacío y desprecio a la que estaba sometida, ella decidió tenerme.

Me enteré de la violación cuando ya yo tenía 17 años. La verdad es que desde muy pequeña me preguntaba por papá, pero cuando intentaba preguntarle a ella algo dentro de mí paralizaba mis preguntas por miedo a la respuesta.

Recuerdo un día, como a los 8 años, que le pregunté y ella me dijo: "Cuando tengas la edad te contaré".

En esos días en el colegio, mis compañeras preguntaban por papá y yo sin saber mucho sólo atinaba a decir que había muerto.

A mí madre no le ha tocado nada fácil, pero, ¿Saben una cosa? Admiro su decisión a decidir la vida de su bebé concebido en violencia, por encima de todo lo que se le venía con aquella decisión.

A los 17 años en medio de una conversación habitual me contó la verdad. En ese momento mis sospechas se hicieron ciertas. Ella, en llanto, me contó todo el sufrimiento, los sacrificios y el dolor, pero en medio de todo ello, también la sensación inimaginable de tenerme en sus brazos. Ella pudo haberme dado en adopción a una amiga con comodidades que no podía tener hijos, y ¿saben? No lo hizo.

Cuando nací y me tuvo en sus brazos las enfermeras empezaron a decir cosas lindas de mí y ella empezó a verme con ojos de amor, a sentirse orgullosa, acompañada y valiente. Dice que fui yo su medicina que la ayudó a seguir adelante.

Hoy en día mi vida está llena de seres maravillosos. Mi esposo y mis tres hijos. He aprendido que Dios me puso aquí por un propósito.

Mi madre se siente orgullosa de mis logros profesionales, ama a sus nietos y me enseñó el valor del perdón con su ejemplo porque, después de muchos años, el hombre que le hizo daño le pidió perdón.

Y he aprendido que yo no soy quien para juzgar ...



Ella es mi sobrina que viene de camino. ¿Quién podría decir si ella ha sido concebida en violencia o amor?


Bio: Ana es colombiana, está casada, es madre de tres hijos y es artesana.

Friday, February 7, 2020

Todas las personas tienen derecho a amar y a que las amen


Mi madre biológica se llama María Santiago González. Ella vivía con sus padres en un pueblo llamado Originaria, de la Congregación de San Fernando, Municipio, de San Pedro Soteapan, Veracruz, un lugar lleno de pobreza.

A corta edad, fue separada de sus padres, el Sr. Miguel Santiago y la Sra. Gregoria González ya que fue violada por su propio padre ocasionándole un embarazo cuando aún era una niña. Yo no supe este hecho hasta los 22 años, edad en que mi mamá adoptiva me lo contó.

Después de esa separación, se fue a vivir temporalmente con la señora Isabel Gutiérrez B donde trabajó en un lugar llamado El Paraíso Oax y dio a luz a una bebé, a sus 14 años de edad, hija de su propio padre. Hija del incesto. Y esa niña que nació soy yo. Me llamo Celina, nací un 20 de Marzo de 1992, en la comunidad Colonia Reforma Agraria.


A los dos años me dieron en acogida con intención de que me pudiera adoptar a una señorita llamada María de La luz Miguel como madre soltera, en ese momento. Yo no supe que era hija adoptada ni nada de mi mamá biológica hasta mis 5 años de edad en que, finalmente, pudieron formalizar mi adopción y mi mamá adoptiva me empezó a contar mi historia y a decirme que yo tenía una mamá, la cual me dio a luz...


Me contó que mi madre vivía una vida llena de pobreza y que de haberme tenido a su lado no me habría podido cuidar. Yo nací pesando 6 kg, pero con una severa desnutrición. También me contó que cuando ella me conoció yo estaba sentada en la tierra y bien sucia con la ropa llena de polvo, mi cara manchada de polvo, también y las vacas pasaban enfrente de mí. Pero Dios siempre cuidó de mí. Y yo no recordaba nada de esto pues era bien chiquita.

A los 5 años fui a la Kínder, fue muy poco tiempo y, posteriormente, entré a estudiar a la Escuela Primaria.

A mis 7 años sí que recuerdo que conocí a mi madre biológica y a mis hermanas: Sarita, Isabel y Lucrecia. Ella se casó con un muchacho y tuvo otras tres hijas. Recuerdo que mi mamá biológica volteó su cara para mirarme y yo a ella. Yo veía su mirada y su cara era seria. Era una mujer joven y tenía su cabello amarrado con un coletero, su blusa o sueter era blanco.

Nunca me negó ver a mis hermanas, ella dejaba que jugaran conmigo. No hemos continuado la relación y ahora hace mucho que no sé de ellas. Pero le agradezco que me diera la vida y no me abortase a pesar de ser la hija de su propio padre. 

A los 10 años seguía estudiando en la Primaria, pero no terminé el segundo grado porque a esa edad ya tenía problemas de lenguaje. Mi mamá me cuenta que yo me mordía la lengua cada vez que intentaba hablar y lloraba.

Fui a Villa Hermosa Tabasco a recibir Terapias de Lenguajes y me pusieron dentro de la boca un fierrito para que no pudiera sacar la lengua y pudiera hablar. Estudié en ese estado un tiempo y regresé a mi pueblo a seguir estudiando y aprendí a leer gracias a esos médicos, me ayudaron mucho. Ahora ya puedo hablar, aunque sólo un poco.


Mi mamá adoptiva me contó que la gente le decía a ella que yo no me iba a lograr porque yo me parecía a una muñeca, bien chiquita, pero mi mamá siempre ignoró esos comentarios y aquí estoy viva y sana gracias a Dios y ella que me sacó adelante.

Ahora ya tengo 27 años y soy muy feliz viviendo con mis padres adoptivos. 

Haber sido concebida en violación no determina cuán feliz se va a ser. Todas las personas tienen derecho a amar y a que las amen. Todos podemos hacer del mundo un lugar mejor. También los que fuimos concebidos sin amor.


Nota: Celina es mexicana, concebida en incesto y criada en una familia de adopción.

Saturday, February 1, 2020

Un embarazo no planeado y en las peores circunstancias imaginables hizo que se superase a sí misma y saliese del pozo en el que estaba


Por María Elena Quevedo



Hola, he visto muchos testimonios de mujeres fuertes que decidieron enfrentar su maternidad no planeada. Por eso, creí que sería bueno compartir el mío. 


Crecí en una buena familia que se preocupó por cuidarme y darme educación privada. Pese a esto mi madre era una mujer rígida y abusiva, que no le bastaba con pegarme sino que nos humillaba a mis hermanos y a mí y siempre nos decía que estaba arrepentida de tenernos. Mi padre, aunque cariñoso y de corazón noble, era ausente y viajaba mucho por trabajo. 

Una noche cuando tenía 15 años dos hombres me emboscaron, me subieron a una camioneta, me dieron una extraña bebida a la fuerza, me golpearon y abusaron de mí varias veces. Con esto empecé a perder el sentido de vida y encima de todo mi mamá me reprochó hasta el cansancio cuánto había gastado en enjuiciarlos, así que al año siguiente me fui de la casa para buscar paz. 

Por supuesto, no sabía a qué me estaba exponiendo. Empecé a juntarme con malas compañías, a beber mucho, consumir drogas, dejé la escuela y me alimentaba muy mal porque mi sueldo como empleada de mostrador no era suficiente. Había días que me los pasaba alcoholizada y otros sólo deprimida y encerrada. 

Después de unos años sobrellevando ese estilo de vida, a los 20 descubrí que estaba embarazada. Me moría de miedo, recuerdo haberme hecho 3 pruebas de embarazo porque no lo creía. Vivía en una vieja cabaña que me prestaba una amiga, ganaba unos $500 por semana y mi salud no estaba en su mejor momento. Mi primer pensamiento fue abortar.

Mis amigos del momento me presionaban mucho para hacerlo, me insistían que no tenía nada que ofrecer a ese hijo, que era muy joven y que no tenía sentido traer alguien al mundo a sufrir como hacía  yo.

Un día pasaron por mí para llevarme a una clínica ILE, me decían que era más barato abortar que mantener a un crío por 25 años, pero a mí algo me decía que no era correcto. Salí de la clínica a tomar un respiro y el ambiente tétrico del lugar me hizo alejarme, no me atreví, dejé a mis amigos ahí y huí tan pronto como pude. 

Cuando llegué a mi casa lloré incansablemente hasta no poder más. Estaba sola con esto y mi conciencia me reclamaba el hecho de que buscara matar a otro para ser feliz o al menos cumplir algún ideal de los que anhelaba. Pensé: "¿ Por qué quiero hacer esto?" Y llegué a la conclusión de que era porque no tenía dinero  para mantener al bebé  y por lo que opinaran los demás.  Después de profundizar y poner las cosas en balance me di cuenta que el dinero es sólo papel y la vida de un ser humano no se puede entregar sólo así por papel impreso. 

Pensé en dar al bebé en adopción, tampoco me sentía digna de ser madre porque si no sabía ni cuidarme  a mí misma por supuesto no sabría cuidar a un tercero. Dejé de fumar, dejé de beber, la marihuana, empecé a comer mejor, a tomar más agua, a hacer mejor mi trabajo y con ello a ganar un poco más, a hacer ejercicio pues debía estar fuerte para el parto. Dejé a mis malas amistades, dejé de salir en las noches. Exponerme a cualquier cosa arriesgaba también a mi bebé. Poco a poco esa vida en mi vientre me enseñó a cuidarme, valorame y amarme. 

Cuando nació la bebé, después de una labor de parto de 15 horas, la médica la puso en mi pecho y me dijo: "Lo hicieron muy bien. Abrace a su bebé, es una hermosa niña, felicítence por este trabajo en equipo". Yo la abracé inmediatamente y le dije: "Hija, te prometo con el corazón siempre cuidarte y protegerte". Y me quedé con ella, la llamé Sophia, por la sabiduría que me había regalado.

Su primer año de vida fue muy difícil, no sabía cómo atender a un bebé y tuve que aprender por instinto, era madre soltera, no tenía amigos ni familia de apoyo, trabajé limpiando casas, vendiendo gelatinas, tamales o atendiendo una farmacia, trabajos todos  inestables dónde pudiera llevar a mi bebé porque no tenía quien la cuidara. Tenía tan mala economía que comía sólo una vez por día y apenas pesaba 36 Kg. Como era de esperarse mis viejos amigos se burlaban mucho de mí y decían: "Te lo dije".

Yo lloraba mucho, estaba agotada.

La amiga que me prestaba la casa se dio cuenta y empezó a ayudarme a cuidar a la niña para que pudiera trabajar, muchas veces me regalaba leche y pañales, despensa o dinero para pasar la semana, me dio mucho apoyo emocional y se preocupó por la nena como si fuera de su familia.  Con su ayuda encontré un trabajo estable, busqué una guardería y pude pagar la renta de un departamento. Me puse más creativa, vendía ropa de mi bebé en línea, daba clases a escolares, hacía postres por pedido y lo que la circunstancia ameritara.

Nos iba cada vez mejor, se abrieron todas las posibilidades.

Sophia era toda una bendición, una niña sana, fuerte y carismática que me fortalecía y me obligaba a buscar mejores opciones. Cuando logramos establecernos, empecé siendo asistente administrativo y vivía en un lugar modesto. Han pasado ya 6 años y me sigue sorprendiendo la forma en que ese embarazo inesperado no sólo me salvó la vida sino que me hizo descubrir habilidades que no sabía que tenía.

Ahora estoy casada con un muy buen hombre y padre, tuve otras dos hijas y tengo un puesto directivo en una empresa de prestigio.

Valió más la pena defender la vida de mi hija que mantener mis amistades.


Nota: María Elena Quevedo es mexicana, está casada y es madre de tres hijas. En este momento ostenta un puesto directivo en una importante empresa.