Me llamo Ivonne,
soy de Chile y hoy más que nunca tras la aprobación en mi país de la
despenalización del aborto en las tres causales, siento que es necesario contar
lo que un poco de amor puede hacer en el peor momento y que el aborto no es
nunca una opción.
Me casé a los 24
años y decidí ser madre. Al comienzo, mi embarazo fue muy difícil, un
embarazo de alto riesgo. Por eso, desde el momento en que supe que mi pequeño
hijo venía en camino, decidí atenderme en una clínica con uno de los mejores
especialistas en gestaciones de alto riesgo.
Tengo
que admitir que mi embarazo fue la mejor etapa de mi vida porque estuve rodeada
de amor. Estuve en riesgo los primeros meses de tener un aborto espontáneo
pero a medida que avanzaba el tiempo el riesgo era de un parto
prematuro. Jamás pensé que todo se podía complicar y esa dulce espera me
cambiaría la vida para siempre transformándose en el trago más amargo.
Las últimas
ecografías indicaban que mi bebé era más pequeño de lo normal, había un retardo
de crecimiento, tenía 30 semanas cuando comencé con malestares, dolores de
cabeza intensos, aumento de peso... Fueron días donde comencé a sentir
cambios y se lo comenté a mi ginecólogo. Él dijo que todo marchaba bien.
Pasaron dos
días y sentía como mi energía se apagaba. El dolor de cabeza aumentaba y tuve
sangrado nasal. Durante la tarde todo comenzó a empeorar y tuve el
presentimiento de que algo grave pasaba. Al rato, sentí que algo reventó en mi
cabeza. Fue el último síntoma que confirmó que debía ir a
urgencias...
Mis padres me
llevaron ya que andaban de visita en casa. Me ingresó una técnico en
enfermería, tomó mis signos vitales y dijo que no era nada y debía esperar. Me
hicieron esperar una eternidad. Yo cada vez sentía que mi luz se apagaba lentamente... Me atendió el ginecólogo de turno y se fijó en la ficha que tenía un ingreso de
una presión arterial 190/80 y se asustó.
Volvió a tomar mi
presión y ya estába en 220/90. Mis síntomas indicaban una preeclampsia grave.
Era el inicio del dolor más inhumano que mi cuerpo sentiría. El comienzo a la
pesadilla de mi vida...
Mi presión seguía
subiendo, comencé con un pre infarto al corazón y a botar sangre por la boca,
encías, nariz y oídos. Un recuerdo tormentoso pero que me salvó de un derrame cerebral.
Tuvieron que
cambiarme de hospital por mi gravedad. Cuando llegué al otro hospital me estaba
esperando mi esposo y le dijeron que mi diagnóstico era grave con riesgo vital.
Comenzaron con exámenes y ya tenía falla renal y comenzaba con un síndrome
hellp.
Mi vida se
apagaba pero la energía y el amor por mi hijo no... Comencé a luchar por él...
Mi vida se centró en su vida y su corazón era el que sostenía el mío. Escuchaba
cuando decían que iba a morir pero que mi hijo tendría más suerte que yo. Los
médicos no sabían que hacer, no podían inducir un parto, tampoco llevarme a
pabellón porque moriría en la cesárea, pero debían sacar a mi bebé.
Jamás olvidaré los
dolores que sentí... y la tristeza de sentir que moría. Cuando me llevaron a
pabellón comencé a convulsionar y no recuerdo más, sólo sé que desperté
conectada a un montón de máquinas y sin poder dormir para no entrar en un coma.
Aún recuerdo ese despertar tan amargo y triste porque aún no terminaba ese mal
sueño.
Después de ese
momento, jamás volvería a ser la misma ya que había sufrido un accidente
vascular y lo notaron cuando ya no había nada que hacer. Fue en el momento que
sentí que algo reventó en mi cabeza y la negligencia de la enfermera en no
avisar de mis signos vitales.
Mi hijo, gracias a
Dios, se salvó. A pesar de todo ese dolor, fui afortunada porque logré
sobrevivir teniendo diagnósticos tan negativos y el proceso de mi
rehabilitación fue otra parte dolorosa.
No es fácil
de haber tenido una vida normal y en segundos que una parte de mi cuerpo no
reaccionara con normalidad, haber quedado con el lado izquierdo con poca
motricidad y sensibilidad... pasar casi un año sin tomarán mi bebé en
brazos...
Mi matrimonio
fracasó entre tantos sueños rotos pero no quedé con los brazos vacíos. Siento
que tan tremenda experiencia me ha dado tanta vida para seguir viviendo.
Siempre hay una pizca de fe, de esperanza, es el sentido de la vida...
Hoy mi hijo está
cerca de cumplir 5 años.. Mi vida esta más normal. Hace un tiempo pude volver a
trabajar... Mi pequeño se aferró a la vida y juntos logramos salir adelante.
Contaré que
no es fácil ya que está enfermo del corazón, tiene epilepsia...y día a día
luchamos con su autismo... Dice su neurólogo que es una de las secuelas
de todo ese mal momento.
¿Que nos ha tocado
duró? Pues claro, muy duro y aquí estoy y no me quejo porque yo puedo.
Los dolores de la vida nos dan la fuerza, la razón para seguir y, si tienen la
fortuna de conocer a Dios, entenderán que se puede.
Hay días
negros, hay días en que lloro y mucho pero mi vida no acabó, pudo ser peor.
Cada día encuentro más sanidad física, emocional y espiritual... Para que irse
por lo fácil y evitarnos sufrimientos. Si estamos aquí es porque tenemos la
fuerza suficiente para amar y respetar la vida. Verme cada día en el espejo,
ver mi rostro más normal y poder sonreír sin problemas son cosas pequeñas con
grandes significados para quienes perdimos ciertas cosas pero conocimos otras.
El que mi pequeño avance y poder estar juntos es un regalo, un
privilegio.
Sufrí una de las
causales de aborto terapéutico y sigo pensando que la última palabra la tiene
Dios, el dueño de la vida, el creador de todo.
BIO Ivonne, chilena, madre de un niño en un embarazo de alto riesgo. Escribió este testimonio para compartirlo en Salvar El 1 con la esperanza de que pueda ayudar a mujeres que se encuentren en una situación parecida.