Thursday, June 28, 2018

Palabras de amor y de vida de dos sobrevivientes del aborto



Hermosas reflexiones de Karina Etchepare y Paz Rodríguez Coronel, ambas argentinas y concebidas en una violación. 

Karina y Paz con dos de sus hijos

María de la Paz Rodríguez Coronel Dudignac

Recién echaron a una conductora argentina de un importante programa de televisión del Canal 9, sólo por el hecho de defender sus convicciones pro vida. Aquí estamos siendo perseguidos todos. En mi trabajo, también; a nivel personal me he visto muy acosada, a punto de renunciar, pero sigo allí, aguantando todos los insultos, amenazas, acusaciones falsas… Todo por defender las dos vidas. También por el hecho de ser católica, apostólica y romana. Es, pues, una lucha que trasciende al plano emocional y espiritual más que legal.

María de la Paz Rodríguez Coronel Cudignac

Se trata de resistir con la oración, con la verdad. Una mentira jamás puede ser sostenida y el engaño del aborto, de este horrendo crimen, tampoco puede sostenerse ante la maravilla de la vida y de la verdad. Pueden aprobar este proyecto, pero no nos detendrán, no acallarán nuestras voces: ¡No van a conseguirlo! Porque la mentira caerá por su propio peso. El mal nunca prospera porque el bien siempre acaba ganando. Pero, mientras tanto, nos toca aguantar, sufrir… poner la otra mejilla, una y otra vez.

Nosotros, los sobrevivientes al aborto desnudamos nuestras almas ante la Cámara de Diputados, exponiendo nuestras experiencias, nuestras vidas. Todo por esta causa, por defender las dos vidas. Continuaremos la lucha porque no vamos a detenernos. Podrán impedir que avancemos, harán que tropecemos, pero no lograrán su objetivo: nuestra voz y nuestras vidas tienen una dignidad infinita que nadie puede pisotear en nombre del aborto, en nombre de la cultura de la muerte que promueve la destrucción del ser humano y de la sociedad misma.

Seguiremos trabajando duro, ayudando a todas las madres embarazadas, también aquellas angustiadas que lo han sido de modo inesperado, porque nadie merece la muerte: todos tenemos derecho a nuestras vidas, desde el primer instante de nuestra concepción; habiendo sido gestados en amor o en un acto de violencia. La vida es el bien primero y más sagrado de la persona. Nadie debe renunciar a su goce y disfrute.

Ayudaremos también a todas aquellas mujeres que hoy hacen ostentación del pañuelo verde; todas aquellas que, conscientes o no, defienden el aborto, también el de sus hijos. Estaremos a su lado, acompañándolas cuando tengan problemas, para hacerles ver la enorme dignidad y valor que tiene cada vida humana, también las que ellas no respetan y denigran.
Somos gente de bien, somos pro vida.

Karina Estrella Etchepare

Quiero agradecer todas las palabras de apoyo que recibo. ¡Las necesito tanto! No es fácil darse cuenta de lo duro que es todo esto que afrontamos. Cada vez que tomamos una iniciativa, algo que hacemos con enorme esfuerzo, desinteresadamente por los niños y ver que los partidarios del aborto inundan las redes y las calles con sus consignas de muerte y odio. Duele pensar que los niños por nacer tienen un precio en dólares, son una simple mercancía... Pero les voy a ser franca. Aunque esté triste, aunque me rompa, así ha sido mi vida, toda mi existencia. Pasar cada obstáculo por más duro que sea, sufrir en el momento, llorar, caerme de rodillas, levantarme y seguir… Hasta que lo pasaba. 

Por eso somos sobrevivientes y no me voy a rendir. Y no voy a hacerlo porque no puedo negar mi existencia, no puedo mirar a otro costado. Cuando mi propia vida fue en base a todo esto, no se puede: es como negar que uno existe, es imposible. No me voy a rendir, voy a seguir luchando, pero el golpe en el Congreso y ahora en el Senado es duro. Desgarra y duele esta tristeza porque quisiera ver un vestigio de luz al final del camino. Y ver tanto horror, tanto odio y egoísmo… me mata. Ver tanta falta de amor y desprecio por la vida, me machaca. Ver mujeres que disfrazan el derecho a elegir, decidiendo quién debe vivir y quién no, me destroza el alma.

Karina Estrella Etchepare

No es fácil lidiar con todo esto, pero no puedo negar lo que soy y debo seguir, por mí, por mi marido, por mis hijos, por Argentina, por todos los bebés que ven amenazados su derecho más importante: la vida.

María de la Paz Rodríguez Coronel Dudignac

Escuchar a Karina en el Congreso de Diputados me infundió mucho valor y energía para ofrecer también mi testimonio como sobreviviente del aborto, siendo un bebé no deseado y gestado en violación. Muchos años me he sentido culpable por esta situación, por haber nacido.

Estamos peleando contra un gigante que toma forma de corrupción, dinero…  Pero a la larga todo se cae, la maldad no va a permanecer para siempre. Esto sólo ha comenzado. Tal vez Dios nos tiene preparado algo mucho más grande, más allá de la ley. Dios es inmensamente misericordioso y no hay nada, absolutamente nada, imposible para Él. Y a mí, particularmente, me ha llamado a trabajar como terapeuta y estar cerca de aquellas mujeres que sufren por un embarazo no deseado, o para hacer costado a aquellas que han abortado ante una situación difícil. Esta es la misión que Dios quiere para mí y allí debo servirle, respetando y amando la vida; también la de aquellos que la desprecian amargamente.

Ésta es una ley humana y, se apruebe o no, la última palabra la tiene Dios. Nada es ajeno a su voluntad y a su providencia, a pesar de los miles de niños y niñas a los que el aborto va a silenciar. Ellos estarán en un lugar muy privilegiado del regazo y la misericordia divina.

Esta ley podrá prosperar, pero jamás saldrá vencedora porque Dios tiene la última palabra. Él es el autor de la Ley y nada sucede sin su providencia amorosa.

A nosotros nos toca combatir, plantar pelea y dar la cara, hasta las últimas consecuencias. Que no pueda decirse que no lo hemos dado todo por la vida y por esos bebitos indefensos. Hacemos todo lo humanamente posible, exponiendo nuestras familias, nuestras vidas. Lo brindamos al mundo en defensa de los más inocentes, convencidos de que Dios da sus peores batallas a sus más valerosos soldados. Así hemos de sentirnos.

Gracias a toda esta lucha he conocido a muchísima gente que valora, ama y respeta la vida. También me he alejado de gente que tenía al lado y que siempre ha pensado en… Matar. Agradezco que nos hayamos agrupado para saber quiénes aman a Dios y también quiénes aman y respetan a los niños que están por nacer.



Vamos a seguir andando por este camino de la verdad y de la vida. No bajaremos los brazos. El 8 de agosto, cuando vote el Senado, puede cerrarse una etapa dolorosa pero no es, ni de lejos, el final del camino. Es un episodio más de una lucha que, sin duda, tiene un final feliz. Convencidos, además, de que ahí siempre está Dios para levantarnos y alentarnos cuando tropezamos a lo largo del camino. Ahí está Él, en todo momento, sufriendo por nosotros y con nosotros.

Nada más podemos, sino confiarnos en las manos de Dios que, siendo también hombre sufrió en la Cruz por todos nuestros dolores, también los que ahora padecemos en Argentina. Abandonados en sus manos y en los de María Santísima encontraremos paz y consuelo ante toda tribulación.

Karina y Paz











Sunday, June 17, 2018

Mi madre me concibió en una violación, Por Shirley Barbosa



Shirley Barbosa, Colombia. Concebida en una violación.


Shirley y sus dos hijos

“Libertad es lo que uno hace con lo que le han hecho”.  (Jean Paul Sartre)

Mi historia empieza, realmente, con María Olga Barbosa, una joven campesina de Villa de Leyva (Boyacá).

A sus 19 años e hija mayor de una familia numerosa, compartía la responsabilidad de cuidar a sus seis hermanos, debido a que quedó huérfana de padre muy joven.  Era la forma de ayudar a su mamá, María del Carmen Barbosa, una mujer humilde y campesina quien había tenido que enfrentar la dura prueba de quedar viuda al cuidado de sus siete hijos.

María Olga Barbosa se enteró que estaba en estado de embarazo porque su estómago comenzó a crecer y le fue muy duro afrontar esa noticia y esa nueva realidad de que iba a ser madre. Ocultó la verdad, pues había sido víctima de una violación por parte de un capataz de una hacienda cercana. El trauma que esto conlleva, la presión social, el tener que explicar algo tan vergonzoso a su madre y la mala situación económica de la familia, fueron algunos de los obstáculos más grandes que le tocó enfrentar.

En 2015, el 86,9% de las mujeres colombianas entre 14 y 49 años abortaron de manera legal tras sufrir de una violación, pero María Olga Barbosa, con determinación y a pesar del miedo que sentía a su corta edad, le dijo “no al aborto y si a la vida”.

En diciembre de 1977 nací yo, Shirley Barbosa, en Villa de Leyva.

Después de tener a su primera hija, María Olga Barbosa se vio obligada, por razones económicas, a viajar a Bogotá en busca de un mejor futuro para su bebé, para ayudar a su madre y hermanos. Por el amor y respeto que sintió hacia su hija, decidió callar su dolor infinito, guardó la realidad de la concepción forzada de su niña, y tomó la decisión de intentar continuar con su vida como si nada hubiera pasado.

Por fortuna, el vínculo entre María Olga Barbosa y su madre era de hierro, y nada ni nadie lo podía romper. Con el viaje a Bogotá, Shirley se quedó al cuidado de su abuelita, quien la tomó a su cargo y la educó y consintió mucho.

A sus doce años ella tuvo que regresar con su madre y sus hermanos, y hacerse cargo como hermana mayor de ayudar a su madre, quien prácticamente no tenía tiempo porque debía sostener a sus hijos y apoyar a la familia.  El vínculo afectivo entre madre e hija fue un poco distante porque, a pesar de que su madre siempre estuvo pendiente de ella, a quien ella consideraba su madre era a su abuela de crianza. Por supuesto, la adolescencia de Shirley no fue fácil. Tuvo que adaptarse a su nueva familia, en la cual ella ya no era la consentida y tenía que asumir un rol del cuidado de una casa y de sus hermanos.

Cuando Shirley tenía 17 años, ella y su novio ya habían tenido relaciones sexuales.  Como consecuencia de su actividad sexual quedó en estado de embarazo. El novio, de 23 años, se dejó afectar por el temor, el entorno, el miedo a la responsabilidad de sus actos y ver afectado su proyecto de vida. En un estado profundo de negación decidió animar a Shirley a practicarse un aborto, justificando que este “era un embarazo inesperado”, que dañaría su vida y que nadie en la familia lo aceptaría.

Tras el aborto, la joven sufrió un trauma psicológico y fisiológico. Hoy determinado como trauma post-aborto. Un daño que ella veía como irreparable, que la condujo por un camino de depresión y alteraciones de conducta. Sin pensarlo, tan solo un año después de cumplir 18 años quedó nuevamente en embarazo; el padre de este bebé era el mismo que la había impulsado a realizarse un aborto. Para esconder el aborto y asumir la llegada de un nuevo hijo él le sugirió el matrimonio. Ella, con el corazón roto por la pérdida de su primer hijo, muy confundida, pero con la cabeza llena de sueños por cumplir, sabía en el fondo de su ser que su nueva prioridad era el bebé que venía en camino, quería sentir que podía suplir la pérdida que había sufrido un tiempo atrás, y evitar convertirse en una carga de doble proporción para su madre, quien como madre soltera que era ya asumía una gran responsabilidad por sus hermanos.

Después de casada, la violencia intrafamiliar comenzó. La convivencia se deterioró y los dos se agredían física y verbalmente. Ella lo responsabilizaba al 100% de su dolor, y todo siempre volvía al mismo punto de cuando tenía 17. La llegada de su nuevo hijo no era un aliciente, al contrario, ella manifiesta que su dolor por la pérdida de su primer hijo nunca disminuyó, al contrario, muchas veces se alejaba y se adentraba en su dolor y soledad. El aborto que cometieron, no callaba, tanta fue la violencia entre los dos, que Shirley manifiesta, solo veía dos opciones “era él, o yo”.

Cuando las supuestas responsabilidades sexuales de una esposa hacia su esposo eran negadas, la historia de María Olga Barbosa se comenzaría a repetir con su hija. Pues las violaciones sexuales por parte del esposo de Shirley se convirtieron en el “pan de cada día”.  Era una mujer con mucho dolor pues los dos hijos de la pareja también eran involucrados en las discusiones y problemas del hogar. La violencia intrafamiliar era el cáncer de su vida.

Los hijos del matrimonio comenzaron a evidenciar los problemas familiares y los problemas no se hicieron esperar.

Shirley realmente odiaba a su compañero sentimental por ser una persona muy posesiva y agresiva. El silencio de esta mujer, fuerte y luchadora, duró diez años. Ante la sociedad eran la pareja modelo, un ejemplo a seguir, y se veían como una familia perfecta. Lo triste, es que de las puertas de su casa para adentro todo era distinto y no parecía mejorar.

Cuando Shirley decidió dejar de callar y comenzar a hablar tenía 28 años. Parte de ese proceso fue enfrentar la realidad de dónde venía. Su madre, con el corazón en la mano, decide contarle toda la historia de cómo ella era “hija de una violación”. Una verdad cruda y devastadora para madre e hija, puesto que ese mismo día Shirley le cuenta a su madre todo lo que le había pasado en esos diez años y como había tenido que sufrir después de haber sufrido el aborto de su primer hijo, pero allí se permitió romper el silencio y enfrentar su duelo y su dolor.

Shirley comenzó a ir y ayudar en la iglesia y, sin pensarlo, poco a poco se fue involucrando en distintos grupos pastorales, donde ella asegura que conoció “la infinita misericordia de Dios”. Decidida, iba a la iglesia para confesar sus pecados y este fue el primer paso para cambiar su vida. Con la ayuda de las personas que la rodeaban, y por decisión propia de seguir adelante, logró un acompañamiento espiritual, psicológico y psiquiátrico, que la ayudaron a comenzar el difícil camino del perdón y la sanación.

Shirley, defendiendo la vida

En el año 2007 ella decide irse de su casa junto con sus dos hijos y luchar para que ellos afrontaran la separación de la familia y una nueva vida junto a ellos.

En el 2010, inicia el proceso de nulidad, pero una y otra vez se negaba a edificar todos los sucesos transcurridos antes y durante su matrimonio, había que edificar el perdón, no era tarea fácil. Fue entonces, en junio de 2015, que su matrimonio fue anulado por la Iglesia Católica, cuando ya había realizado la gran labor de trabajar en sí misma, con apoyo de profesionales y sacerdotes de la comunidad, de todo ese proceso vino el perdón y con el comprendió que “No hay nada más hermoso que mirar a esa persona que tanto odiaste y ya no sentir nada”. Sus hijos eran el mayor tesoro y por ellos había decidido que nada la detendría, aunque como consecuencia de la violencia vivida, sus dos hijos fueron víctimas de las drogas. Su hija de 19 años, logró superar la adicción a la marihuana después de ser consumidora por casi un año; su hijo, de 21, se encuentra hoy en día en proceso de superación, además de ser padre de un hermoso hijo de 2 años, que es el motor de la familia.

Hoy, entiende que Dios le regaló la vida desde el acto de la violación, pero que eso no la define y sabe que merece ser valorada y respetada. “Hoy puedo decir que perdoné a mi padre y al padre de mis hijos”, pero no sólo eso, también afirma que se perdonó a sí misma, se reconoce “no como víctima, pero como constructora de mi vida y de mis sueños. Esos sueños que hoy construyo junto a mis hijos, a mi nieto y mi demás familia, además de los grandes amigos que han llegado a la Fundación".

Puedo decir que cuento con el regalo más grande que es la vida, la familia, y las ganas de seguir luchando.

Biografía: Shirley vive en Colombia y es fundadora de la Fundación Mujer Verde Esperanza. Escribió este testimonio para Salvar El 1

Monday, June 11, 2018

Carta de Rebecca Kiessling a los Diputados de Argentina


Estimado/a Diputado/a:

Me llamo Rebecca Kiessling, soy americana, esposa y madre de cinco hijos, dos de ellos adoptados. Soy la presidenta de SaveThe1 (SalvarEl1), asociación internacional que lucha por la defensa del derecho a la vida de todos los seres humanos, especialmente los más desprotegidos.


Un buen número de personas de nuestra organización son de Argentina y me han animado a escribirle esta carta.
Estos últimos meses he quedado consternada viendo el incremento de ciudadanos que reclaman la despenalización del aborto en Argentina. Para alguien como yo que ha sido concebida en una violación ya es duro saber que en la actualidad se permiten las “excepciones” cuando una mujer dice que su hijo ha sido concebido en una violación, si un médico diagnostica que el bebé tiene malformaciones incompatibles con la vida o si afirma que la madre corre peligro de morir. Estas tres alegaciones pueden ser o no ciertas, pero las tres están discriminando a las personas más vulnerables de la sociedad que son los que requerirían una protección más efectiva.  Además, esta semana, el Congreso votará si el aborto será legal en el país en cualquier supuesto con lo que, de salir la votación favorable, Argentina sería el quinto país latinoamericano en despenalizarlo sin esas restricciones, después de Cuba, Uruguay, Guayana, Chile y algunas partes de México y el asesinato de niños por nacer estará permitido. Ninguna ley los amparará.
Ya, anteriormente, había escrito sobre la legislación del aborto que se quería establecer en Argentina y, ahora, quisiera añadir más argumentos. SaveThe1 es una organización de unas 450 personas que fueron concebidas en una violación como yo, madres que concibieron un hijo tras ser violada y que lo están criando, madres que tras dar a luz lo dieron en adopción y otras, que incluso lo abortaron y hoy lo lamentan. Además, tenemos centenares de madres a las que se les aconsejó abortar porque el diagnóstico del hijo que esperaban era de incompatible con la vida. Valoramos la vida y deseamos que el Senado de Argentina continúe protegiéndola sin discriminación.
Nuestra filial en lengua castellana es Salvar El 1, ese 1% que está orillado por esta legislación y que en USA representa tan solo el 1% de los abortos que se realizan. Defendemos los llamados "casos duros" en el debate del aborto. Ahora mismo tenemos casi 40.000 seguidores en nuestra página de Facebook de Salvar El 1. Desde la rompedora noticia de que en Argentina se busca legalizar el aborto, hemos recibido un aluvión de historias de argentinas que desean compartir con nosotros sus testimonios. Ellas se animan a dar la cara al leer mi historia y las de otras muchas personas de nuestra organización. Muchas voces se están alzando en Argentina, pero, lo más importante, las voces de los más inocentes se van a escuchar y se alzará la voz en defensa de aquellos niños argentinos por nacer que todavía no la pueden alzar y que están en riesgo.

Karina Estrella Etchepare


Así, por ejemplo, Karina Estrella Etchepare, argentina, concebida en una violación. Su madre fue violada por su padrastro a los 14 años. La dio en adopción. Testificó recientemente en el Congreso cuando se debatió el nuevo proyecto de ley que se quiere votar y ella se pregunta: “¿Alguien se atreve a decirme que su vida vale más que la mía porque soy fruto de una violación? Argumenta que “la madre y el hijo son víctimas del violador, por eso hay que protegerlos. Nadie tiene derecho a decir que una vida vale menos que la otra, y mucho menos la del fruto de una violación, porque ese bebé desconoce cómo fue engendrado. Si al violador, con suerte, se le sentencia a 15 años de cárcel, ¿Por qué al bebé inocente se le sentencia a muerte?”.

Como yo, Margarita Juncos, de Argentina, fue concebida tras una violación. Su madre tenía 17 años cuando fue violada y dio a luz a su hija sola en un centro de ayuda a la mujer. Tristemente, falleció a los dos meses de algún problema de corazón y ella fue criada por su abuelo materno. Ya adulta, esposa y madre, conoció por azar la verdad de su concepción y nacimiento. Valora el regalo de la vida que le dio su madre en las peores circunstancias y no guarda rencor a su padre biológico.

Por otra parte, Anahí Retsar, también de Argentina, quedó embarazada tras una violación a la temprana edad de 14 años. Ella contactó con Salvar el 1 para contarnos su historia de la que se puede extraer una gran enseñanza. En sus palabras: “Nunca se me hubiera pasado por la cabeza matar a ese niño porque ser violada y ser una asesina y encima echarle la culpa a alguien que no la tiene, son cosas diferentes. El hijo no tiene la culpa de la mala acción de su progenitor y no tiene que pagar por su crimen”.
Hoy Anahí está casada, es madre de varios hijos, algunos adoptados y su hijo mayor, Catrial, ya la ha hecho abuela.

Adriana Shinki, de Argentina, fue concebida en una violación cuando su madre tenía sólo 11 años. Al no poder hacerse cargo de ella, la dejó en un orfanato donde sabía que iban a criarla y a procurarle cariño. Con los años tuvo la dicha de conocer a su madre y relata en el blog de Salvar el 1: “¿Cómo voy a estar enojada con la mujer que me dio la vida?”.

Desde el sentir de quien se sabe concebido en violencia, pero criado en el amor, Adriana aconseja a todos aquellos que de cuestionan las excepciones: “Si hay alguna mujer que ha sido violada y que espera un hijo fruto de ese acto y que está leyendo mi historia, le diría que al tener a ese hijo va a darse cuenta que todo lo malo pasa por algo y que un hijo es lo más hermoso del mundo y jamás se van a arrepentir por no matarlo. Él es su hijo, da igual cómo llegara, y es el único que las va a amar por la simple razón de que es su mamá.  A las personas que son fruto de una violación les diría que, obviamente; ellos no tienen la culpa de cómo fueron concebidos y que su vida no vale ni más ni menos que otras. Valen los mismo porque todos somos humanos y tenemos derecho a vivir nuestras vidas”.


Sofía, también de Argentina, fue violada hace cinco años. A los seis meses de su violación y en una situación de depresión y abatimiento por lo sucedido, supo en una revisión médica rutinaria que estaba esperando un hijo de su violador. Contra todo lo que se podía esperar, “Ese bebé se convirtió en mi motivo de vida, en el amor de mi vida y en mi vida.  Mi hijo ahora tiene 4 años y se llama Ian que quiere decir "enviado del cielo". Él es el milagro que Dios me regaló después de una desgracia y mi fortaleza para seguir adelante. Aún estoy en tratamiento para superar lo qué pasó, pero con él mi vida pasó de ser una pesadilla a ser un sueño”.

Como en el caso de Sofía, muchas madres por violación relatan como ese hijo inesperado y no deseado ni buscado, fruto de la barbarie, fue su motivo para seguir adelante y lo único bueno que salió de ese acto horrendo. El bebé concebido, es el triunfo del bien contra el mal.


Claudelina Sanabria, residente en Argentina, fue violada a los 11 años y quedó embarazada. Sin saber apenas qué había ocurrido, se encontró delante del juez tutelar de menores que la animó a abortar. Pero cuando éste le explicó qué era un aborto supo que significaba asesinar al hijo que llevaba en su vientre.  Con palabras entrecortadas de niña asustada pero la sabiduría de una anciana, rechazó el aborto y dio a luz a su bebé. “Si tuviese que aconsejar a una muchacha que espera un hijo tras una violación, le diría que fuera fuerte y que opte por la vida. No se arrepentirá. Yo lo pasé y no hay nada como dar a luz y ser madre. Ojalá pueda hacer entender a todas esas personas que nadie tiene derecho de sacar la vida de un inocente”.


Viviana Victoria, también de Argentina, sufrió abusos sexuales desde sus doce años por parte de un amigo de la familia mucho mayor que ella y quedó, finalmente, embarazada a los catorce años. Pero lejos de ser defendida por su familia o las autoridades, se vio obligada a casarse con su violador.  El matrimonio forzado y la situación de maltrato que sufría acabo casi con su salud física y psíquica, pero, nuevamente, el hijo engendrado fruto de la violencia fue su salvador. Así relata a Salvar el 1: “El hijo que di a luz vino a quitarme esos deseos de suicidarme que tenía y toda mi infelicidad. Me salvó la vida y me dio esperanza a pesar de la manera en la que llegó a este mundo”.


Akli Ahlet de Argentina, quedó embarazada tras ser violada en un auto y tuvo que superar, no sólo las secuelas de una violación y su recuerdo, sino el desprecio de la sociedad hacia su hijo concebido en violencia y estigmatizado incluso por los propios médicos que la trataban. Como relata e Salvar el 1 en el blog: “La doctora me dijo que mi hijo era un asco y todo por un crimen que no cometió. Decía que no iba a sobrevivir si ya tenía esos bajos de glucemia. Yo me puse a llorar y a decir que no entendía por qué se ponía en contra de mi hijo si él no había hecho nada malo”.

María de la Paz Rodríguez Coronel Dudignac

María de la Paz Rodríguez, también argentina, fue concebida en una violación y entregada en adopción.
Hoy está felizmente casada y es madre de dos niñas. Ella misma explica al mundo, orgullosa: “Mis hijas son pro vida. Nietas de una abuela violada, quien eligió no abortar y dar en adopción su madre (yo), por lo tanto, una mujer valiente. ¡De lo contrario mis hijas no existirían!
¡Felizmente adoptada! Soy una privilegiada de la vida... porque tuve dos madres: Una que me dio LA vida y otra que me dio SU vida "¿Quién se atreve a decirme que no debía nacer por ser bebé no deseado gestado durante una violación? Puedo amar. No soy una abominación de la naturaleza por no ser engendrada con amor”. ¡Es mejor ADOPTAR que ABORTAR!  porque cada vida vale".


Tristemente, la mujer víctima de la violación es señalada por proteger y amar a su estirpe y no se comprende que ese bebé pueda ser amado por ella a pesar de haber sido concebido en una violación.

Por favor, entiendan que legalizar el aborto para casos de violación y otras excepciones sólo muestra que hay vidas que valen más que otras. ¿Se imaginan creando "excepciones" para bebés asiáticos o africanos o judíos? El mensaje es que ellos no merecen la pena y no hay que proteger sus vidas.  Habría una hecatombe internacional si, algún día, se propusiera esto. Sí, es lo mismo en nuestro caso. Y sentimos que existe una gran apatía cuando se trata de valorar nuestra vida. Las madres que tienen hijos concebidos en una violación afirman que ellos son señalados con el dedo y despreciados y a ellas se las pone en entredicho por no haber abortado y porque aman a ese niño. 

Agradecemos la empatía con las víctimas de una violación, pero ellos tienen cuatro veces más posibilidades de morir en un aborto el año que viene que de ver la luz.  En el libro del Dr. David Reardon, Víctimas y Vencedores: Aprendiendo más acerca de sus embarazos, abortos y de los niños concebidos en violación, él cita los estudios realizados al respecto. Tras un aborto, las víctimas de violación tienen un índice más alto de suicidios y adicción a drogas. Los violadores, pederastas y proxenetas adoran el aborto ya que destruye la evidencia del delito y los faculta para seguir. Con frecuencia, la propia madre de una muchacha también ha permitido que trafiquen con su cuerpo o la ha dejado desprotegida. Es el bebé en estas situaciones quién ofrece evidencia de la violación. Si de verdad queremos proteger a la víctima de un abuso, debemos defenderla de su violador y no de su hijo.

Argentina, eres una gran nación, mucho mejor que otras, porque has establecido una cultura dónde la gente es amada y valorada. Las argentinas que han dado su testimonio más arriba han sabido compartir sus historias de amor por la vida porque todas ellas aman a sus hijos sin importar cómo fueron concebidos. Por favor, no acepten la cultura de muerte y discriminación de nuevo. Nos urge decir a sus senadores, a usted en particular, que NO voten a favor de la despenalización del aborto. Voten NO a la legalización de la muerte de un inocente. No permitan que la sangre de inocentes bebés argentinos salpique su suelo. 


Afectuosamente,





Rebecca Kiessling
Presidenta de Salvar El 1


Saturday, June 9, 2018

No permití que me hicieran un aborto y dije sí a la vida, por Alba



Alba, Argentina. Madre por una violación. Dio a su hijo en adopción.

Soy Alba y tengo 26 años. Mi niñez fue muy difícil y dolorosa. Sufrí violaciones desde los siete años, no iba a la escuela y pasé mucha hambre. Yo sabía que eso que me hacían era malo. Cuando cumplí los diez años, quedé embarazada, pero, a tan temprana edad, no entendía los cambios que mi cuerpo estaba experimentando.


Mi padre me llevó a una señora para que me practicara un aborto. En ese momento, comprendí que estaba esperando un hijo y no permití que lo realizara.

Me escapé. Salí corriendo y me refugié en casa de mi querida abuela ¡Pobre mi abuela! Recibió una fuerte golpiza en las piernas que le impidió caminar y así no pudo hacer la denuncia ante las autoridades. Pero dentro de sus escasas posibilidades, ella me ayudó y me contuvo.

Pasaron los meses de embarazo y cuando cumplí los once años nació mi hija.

Desde el Hospital Rawson hicieron la denuncia e intervino la Justicia de Menores. La jueza me sacó de mi familia de origen y mi hija y yo fuimos recibidas en una familia de los Hogares de Belén.

Entregué a mi hija en adopción y hoy, con la perspectiva que da el tiempo y la distancia, sé que hice lo correcto.

Le doy gracias a Dios porque tuve una segunda oportunidad de tener una familia, mamá, papá y unos hermanos que me ayudaron a crecer y a darme cuenta de que la vida es linda, a pensar que podía formar una familia, tener hijos, sentirme segura de mi misma. Fui a la escuela, empecé la Primaria casi a los 12 años y cursé el Secundario de adultos. Al terminar, estudié cocina y hoy tengo mi propio emprendimiento.

Sé que mi hija está creciendo en una buena familia rodeada de amor y de valores.

Hoy comprendo que con once años no podía criarla, era yo la que necesitaba que me criasen y tomé conciencia de la importancia de tener una familia.

Gracias a que no permití que me hicieran un aborto y dije sí a la vida, mi hija nació y su nacimiento delató los abusos y la situación de maltrato que sufría.

Gracias a que el Hospital hizo la denuncia e intervino la Justicia de Menores pude salir del infierno en que vivía y hoy soy feliz.

Señores legisladores, les dejo esta reflexión: ¿Por qué no transforman esos hijos no deseados, fruto de la barbarie, productos de violación en hijos deseados y amados a través del vínculo de la adopción? Un mal no se remedia con otro mal.

Yo, con diez años y analfabeta, defendí la vida de mi hija. Hoy les pido a ustedes que tienen el deber de legislar que defiendan la vida desde el momento de la concepción. Legislen desde el amor y no desde la cultura de la muerte.

Nota del Editor: El testimonio de Alba llega desde San Juan, Argentina, Juzgado de Menores Dra. Estela Zorrilla y se ha trabajado conjuntamente con el Servicio Hogares de Belén.

Sunday, June 3, 2018

Quiero ser la voz, de los que no tiene voz, por Aurora Torres



Soy una mujer originaria del Estado de Guanajuato, México, y quiero compartir una experiencia personal que transformó y cambió el rumbo de mi vida.

Aurora y su hijo y Gabriel

Yo era una joven que llevaba una vida desordenada. Con frecuencia, acudía con las que eran mis amigas a diferentes lugares para divertirnos, consumía bebidas alcohólicas y en algún tiempo llegué a fumar algunos cigarrillos. Este grupo de “amigas” con quiénes me reunía para divertirnos influían tanto en mi vida que llegué a salir cada fin de semana e incluso entre semana, lo que propiciaba que llegara tarde a mi casa. Desde luego mi horario de sueño era corto.  La preocupación de mi madre ya era evidente por sus comentarios sobre que dejase de exponerme a tanto peligro nocturno y me era incómodo pues sentía que desconfiaba de mí y de mi capacidad para saber cuidarme, pero ella sólo tenía el deseo de protegerme y preservar mi bienestar.

En una de esas salidas con mis “amigas”, estuvimos compartiendo en un lugar fuera de mi ciudad de origen. La tarde transcurrió e insistí en que ya nos regresáramos para no conducir en carreteras oscuras. Me molesté, ya que ellas decidieron que nos quedáramos para ir a un bar de esa misma ciudad.

Después de estar un rato allí, lo único que recuerdo es que estaba en un vehículo con un hombre que yo no conocía. Estaba a la orilla de una autopista ya que escuchaba pasar autos a alta velocidad. Lo que sucedió es que este hombre había abusado sexualmente de mí... Me sentía muy culpable por lo que había pasado, pero, a la vez, molesta con aquellas personas que decían ser mis “amigas” por haberme visto salir del lugar con alguien que ni conocía… No supe qué pusieron en mi bebida esa noche ya que tengo escasos recuerdos de lo que pasó.

Ya más consciente en mi casa la mañana siguiente, recuerdo que me asusté mucho cuando observé todo mi cuerpo con moratones de golpes fuertes. Por miedo, después de lo sucedido, acudí de inmediato a la farmacia a comprar la pastilla del día siguiente, (PAE), para prevenir un embarazo ya que, como la gran mayoría, no sabía la verdad sobre los riesgos tan graves para la salud y su efecto abortivo. En verdad, sentía mucho miedo, pero lo que más recordaba era el desagradable olor del sudor de aquel hombre y eso me daba mucho asco.

Por otro lado, después de lo que pasó, pensaba que existía una alta probabilidad de embarazarme, pero fue el miedo por lo sucedido y el asco que yo sentía por esa persona, así como la decisión de evitar un embarazo lo que me llevó a tomarme esa pastilla.

Una vez transcurridos varios días y ya enrolada nuevamente en mi dinámica personal y laboral, no me fijé que ya tenía más de 8 días de retraso en mi periodo menstrual. Una vez que me di cuenta, se encendió en mi interior una alerta y me dije a mi misma: ¡Estoy embarazada! Acudí a realizarme una prueba sanguínea de embarazo y pude confirmar que, efectivamente, estaba embarazada.

A la fecha me siento culpable por haberme tomado esa pastilla ya que estaba atentando contra la vida de mi hijo. Inmediatamente, acudí a un médico ginecólogo ya que presenté algunos sangrados. Quiero ser muy sincera: Lo que yo quería evitar era embarazarme, pero nunca atentar contra la vida de mi hijo.

Afortunadamente, no fue así y logré con la ayuda de mi ginecóloga revertir su efecto abortivo. Durante mi embarazo, tuve algunos contratiempos que pude superar gracias al gran amor de mi madre que siempre ha estado cerca de mí apoyándome con oración y respaldándome. ¡Gracias mamá, por todo tu amor!

Tomé la decisión de tener a mi hijo Gabriel porque yo deseaba que estuviera bien. Y más aún porque él siempre ha sido inocente y no es responsable de mis acciones, de mi comportamiento inmaduro, ni de los actos de su padre biológico. Gracias a Dios y a la Virgen de Guadalupe, Gabriel nació muy bien. Ha sido un pilar de mi vida junto con mi madre, lo amo y este amor es también mi fortaleza. Mi hijo es la mano que Dios me dio para salvar mi vida que se estaba yendo al vacío.

Quiero compartir mi testimonio, no con intención de ventilar mi vida privada, sino para ser la voz de los que no tienen voz, para concienciarlos del valor de la vida desde el momento de la concepción hasta su muerte natural. Para ser voz de aquellos pequeñitos que aún no se pueden defender.
Aurora y Gabriel

Este relato es un llamamiento a aquellas personas que con la mano en la cintura te sugieren que abortes en situaciones de violación. Yo les aseguro que dejar nacer y amar a mi hijo no me ha quitado nada y sí, ha dado todo el sentido a mí vida, me ha dado amor y me ha permitido ser mejor versión de mí misma como persona.

Todo lo recibido supera con creces lo que yo le haya dado o haya tenido que hacer por mi hijo. En cada instante agradezco infinitamente a Dios el haber dicho sí a la vida. Ser madre es la bendición más maravillosa. Dejé que el amor triunfara y ese amor me sanó.

¡Respetemos la vida de todo ser humano, siempre!

Biografía: Aurora vive en México con su familia.