Friday, July 25, 2025

Dios hace nacer rosas donde sólo hay rocas

 Hola, soy Claudia Marcela y soy colombiana.

Soy fruto de una violación a mi madre cuando sólo tenía 15 años a manos de un conocido de la familia.

Mi madre, siendo apenas una niña, cargaba aún con la inocencia propia de su edad cuando sufrió un acto atroz que cambió su vida para siempre. Por miedo a las amenazas de su agresor, no pudo contarle a nadie en casa lo que había vivido. Su cuerpo comenzaba a transformarse, sin que ella comprendiera del todo por qué, pero el temor le impidió hablar con su mamá Ana, su abuela Mercedes o su hermana Amanda.

El dolor fue inmenso, pero quien más se vio afectada por la noticia fue su abuela Mercedes. Mi madre era su niña consentida, la luz de sus ojos. Enterarse de lo que había ocurrido fue un golpe tan devastador que enfermó y nunca volvió a ser la misma.

Mi familia buscó sin descanso al responsable, con la intención de entregarlo a las autoridades, pero ya había huido de la ciudad. Pese a todo, mi madre y mi abuela decidieron continuar con el embarazo. No sólo porque ya estaba avanzado, sino porque comprendieron que ese bebé —yo— no tenía culpa alguna y tenía derecho a vivir.

Meses después nací. Un tío de mi madre solía decir que mi llegada alivió, aunque fuera un poco, tanto dolor. Sin embargo, mi bisabuela Mercedes no logró superar el sufrimiento. Se sumió en una profunda depresión. Cada día pedía que me acostaran a su lado, para abrazarme, besarme y contemplarme, pero su pena la fue apagando lentamente, hasta que partió poco después.

Su muerte dejó en mi madre una culpa inmensa. Se endureció consigo misma y conmigo, su bebé. Aunque me cuidaba y me llenaba de regalos, yo sentía la distancia, un vacío que no entendía entonces.

Con el tiempo, mi tía Amanda se casó con Edgar, un hombre que me tomó en brazos con amor desde el primer instante. Fue para mí un verdadero padre, al igual que mi abuelo materno, que aunque vivía en otra ciudad, me recibía con cariño en cada visita. Me sentía amada por todos, excepto por mi propia madre, cuya frialdad me confundía.

Cuando pregunté por mi padre, me dijeron que había muerto antes de que yo naciera. No fue hasta que cumplí 13 años que un familiar me reveló la verdad. Fue un golpe muy duro, pero también me permitió comprender el comportamiento de mi madre, su distancia, su lucha silenciosa.

Nunca tuve el valor de hablarlo con ella. Temía abrir heridas que aún no habían sanado.

A los 21 años, sin saberlo, quedé embarazada. Fui al médico por malestares, y durante una ecografía me mostraron una pequeña figura en la pantalla, apenas un puntito. El doctor me dijo: “Claudia, estás embarazada”. En ese momento, no pensé en si el padre respondería ni en cómo reaccionaría mi familia. Lloré de emoción, con un amor indescriptible. El médico, al ver mis lágrimas, creyó que lloraba por miedo y me ofreció ayuda para abortar. Me miró con seriedad y me dijo: “Si quieres interrumpir el embarazo, estás a tiempo”.

Lo miré fijamente, indignada, y le respondí con una fuerza que no sabía que tenía:
“¡Carnicero! Daría mi vida por mi hijo, haría todo por él sin importarme nada más”.

Salí del consultorio con el corazón encendido, busqué al padre de mi hijo, Carlos, y le dije con firmeza:
“Estoy embarazada. Lo voy a tener, con o sin tu ayuda”.

Su respuesta me llenó de paz:
“Tranquila, vamos a estar juntos en esto. Ese bebé es tan mío como tuyo”.

Poco después, fuimos a contárselo a mi madre. Aquella mujer que siempre fue fuerte como una roca se deshizo en lágrimas al oír la noticia. Mi abuela estaba feliz. Sin embargo, en la familia estallaron todo tipo de emociones. Las mujeres soñaban con una niña; mi tío Edgar, en cambio, deseaba un varón que lo acompañara entre tantas mujeres.

Y así fue: nació mi hijo Mauricio, un niño que conquistó todos los corazones, incluido el mío. Fue una bendición inmensa. A los seis meses, supe que venía en camino mi hija Laura, y trece años después llegó mi pequeña Ana Valeria. Mis hijos son mis mayores tesoros.

Mis hijos conocieron esta historia en la adolescencia. No fue fácil, pero la asumieron con la madurez y el amor que sólo Dios puede sembrar.

Hoy quiero que este testimonio llegue a aquellas mujeres que se encuentran frente a decisiones difíciles, especialmente cuando piensan en la posibilidad de abortar. Quiero que sepan que, aunque el dolor sea inmenso, la vida siempre es un milagro.

Con mi madre y dos de mis hijos.

“Dios hace nacer rosas donde sólo hay rocas”.
Y mi vida —y la de mis hijos— es testimonio de ello.

Todo lo he logrado con el apoyo de un ser maravilloso a quien siempre llamé “papá”: Jesús. A Él acudí en todo momento, y también a su Santa Madre, María, que nunca me abandonaron.

Con mis niñas, mis tesoros.

Saturday, July 19, 2025

No soy fruto de un amor humano, pero sí soy hija del amor de Dios

 Testimonio de vida y amor incondicional

En medio del dolor más profundo, una mujer decidió decir sí a la vida. Su hija, Johana Ramírez, nos comparte una historia real y conmovedora que nos recuerda que, incluso en las circunstancias más oscuras, Dios puede sembrar esperanza.
Una historia de fe, valentía y amor que transforma.

“No soy fruto de un amor humano, pero sí soy hija del amor de Dios”

Mi nombre es Johana Ramírez, soy de Colombia, y mi vida comenzó marcada por el dolor más desgarrador que vivió mi madre: una violación a los 25 años. Tras ese acto atroz, ella quedó sumida en la desesperanza, suplicándole a Dios una razón para no rendirse. Esa razón llegó cuando supo que estaba embarazada de mí.


El miedo la invadía, no solo por lo que había vivido, sino por el futuro que ahora cargaba en su vientre. Vivía con mis abuelitos y temía especialmente la reacción de mi abuelo. Sabía que tendría que enfrentarse a muchos prejuicios y juicios, pero en medio de la angustia y el dolor, su fe fue más fuerte.

Mi madre nunca vio en mí el rostro de su agresor. Al contrario, siempre me miró como un regalo inesperado, un milagro dentro de una tragedia. Su corazón, profundamente herido, encontró consuelo en la certeza de que “mi bebé no tiene la culpa”. Con esas palabras, eligió darme la vida.

Mucho tiempo después, en una conversación íntima, me compartió su historia. Me habló de sus temores, del silencio que guardó, de los pensamientos que la atormentaban… pero también del amor que creció en ella desde que supo de mi existencia. Me dijo que no podía imaginar su vida sin mí. A pesar del sufrimiento, nunca se arrepintió de haberme tenido.

Aunque no fui concebida en el amor humano, soy fruto de un amor aún más grande: el amor de Dios. Y eso ha definido toda mi existencia.


Crecí con el cariño, la entrega y la fe de una mujer valiente. Mi madre me dio lo mejor de sí: su tiempo, su ternura, su protección. Me formó con valores sólidos: el respeto, el perdón, la dignidad, la gratitud, y sobre todo, el amor a Dios. Nunca me sentí hija de una violación. Me he sentido siempre hija de una mujer extraordinaria que me enseñó que la vida es un bien sagrado.

Hoy, quienes nos conocen suelen decir que ella está muy orgullosa de mí, pero la verdad es que soy yo quien está profundamente orgullosa de ella. Juntas construimos una relación que va más allá de madre e hija: somos amigas, cómplices, y el mayor apoyo mutuo.

Incluso mi abuelo, cuya reacción tanto temía mi madre, me ha amado con ternura desde el primer día. Dios tocó también su corazón.

Gracias a la decisión valiente de mi madre, hoy tengo una familia hermosa. He formado un hogar con el hombre que amo y con nuestros hijos, que son el mayor regalo que Dios me ha dado. La vida que mi madre protegió es ahora fuente de nuevas vidas.

Sé que una violación deja heridas profundas. Pero estoy convencida de que el aborto no las sana; solo añade una más. El aborto nunca es la solución. Lo que sí puede sanar es el amor, la fe y la decisión valiente de seguir adelante.

Doy gracias a Dios cada día por el milagro de estar viva, por haber sido elegida por una madre capaz de amar en medio del dolor, y por haber aprendido que, donde el mundo ve ruinas, Dios puede levantar jardines.

Sí, no fui concebida en un amor humano… pero soy hija del más puro amor que existe: el amor de Dios.

 

Sunday, March 9, 2025

EL AMOR DE DIOS POR TI ES REAL Y MÁS GRANDE DE LO QUE TE IMAGINAS

 

Todavía lo recuerdo como si fuera ayer: acostada en un campo, atrapada en la oscuridad y acurrucada en una bola. Me protegía de los golpes de varillas de fibra de vidrio. Mi novio abusivo estaba enfurecido. Por más aterradora que fue esa noche, no era la primera vez. Pero sí fue la primera vez en que mi mayor preocupación no era solo salir lastimada.

Cuando le devolví el anillo de compromiso meses antes, me ató las muñecas y los tobillos con cinta adhesiva y amenazó con quemarme con una espátula de metal hirviendo en agua cerca de mi cara. En otra ocasión, le dije que quería agradar a Dios absteniéndome de tener relaciones sexuales, y él me atacó, me desnudó y me violó. Me amenazó con más dolor si me negaba a tener sexo en el futuro. Me amenazó con matarme a mí y a mi familia si alguna vez intentaba escapar. Cuanto más oscuro y psicótico se volvía, más sabía que sus amenazas podían cumplirse si mi escape no era perfecto.

                                                                    Robyn y su familia.

Las personas sabían que algo estaba mal, pero las conversaciones y relaciones con quienes intentaban ayudar solo me hacían sentir frustración, decepción y enojo. También estaba en una batalla espiritual intensa. Todo era estresante, y sentía que la única salida era el suicidio.

Esa noche fue diferente. Acurrucada, estaba luchando por mi vida con una nueva fuerza, porque ya no solo se trataba de mí. Estaba embarazada de 3.5 meses de mi precioso e inocente niño. En lugar de planear mi suicidio, estaba planeando su futuro.

En un mundo que teje la narrativa del miedo, donde los bebés son vistos como una amenaza para las oportunidades, la carrera o los cambios de rutina… todo lo que yo quería era que mi bebé sobreviviera. Solo teníamos que sobrevivir esa noche. Independientemente de cómo fue concebido mi hijo, sabía que él también era una víctima del agresor y de la violación.

                                                                    AJ, su hijo mayor.

Mi ex propuso el aborto. Claro, podría haber evitado ser el chisme de la universidad cristiana, pero cambiar mi dolor momentáneo por una falsa “libertad” solo me habría aprisionado aún más, me habría llevado a un sufrimiento más profundo y me habría robado una de las piezas más valiosas de mi vida. ¡Gracias a Dios, hoy somos libres! Quiero que las mujeres sepan lo que pueden hacer, quiénes pueden ser y quién es realmente mi Dios. ¡Él trae verdadera libertad y verdadera redención! Es mucho mejor que cualquier cosa que este mundo intente prometer.

Dios no es un político.
Dios no es un hombre defectuoso.
Él es el Rey de reyes, el Señor de señores, y estoy aquí hoy para decirte cuánto TE ama.

A quienes luchan con pensamientos suicidas, quiero decirles ahora mismo que eso es una mentira del mismo infierno. Puede que sientas que ya estás en el infierno y que nada importa. Pero estoy aquí, al otro lado de eso… tu vida vale mucho más que ese desenlace y el amor de Dios por ti es real y más grande de lo que imaginas en este momento temporal. Aguanta. Estamos aquí para ti también.

Amigos provida, ¿cómo pueden valorar a los demás hoy? ¿Cómo pueden ver a los demás hoy? No solo a los que están sufriendo, los que están solos y los que son dulces. ¿Y la feminista furiosa? ¿El tipo apático?

… La feminista furiosa fue abusada físicamente por su padre y violada por su tío. Le arrebataron el poder en todas las formas posibles, y cuando fue a la iglesia porque alguien le dijo que Dios era la respuesta, un líder de la iglesia la abusó y todos la etiquetaron como una “chica problemática”.
Tómate el tiempo de estar presente para las personas. Invita a una chica a almorzar, pregúntale sobre su vida. Hazlo de nuevo. Ámala.

… El tipo apático fue golpeado a los 8 años por su padre borracho. La única atención que recibió de su madre ausente y adicta a las drogas fue un tío que contrataba prostitutas. Visitó la iglesia de adolescente, pero el grupo de jóvenes lo rechazó y el personal de la iglesia no le prestó atención. Se fue, con un corazón endurecido, hizo malas amistades, dejó embarazada a una chica, le dijo que abortara y luego la abandonó.
Tómate el tiempo de estar disponible para las personas. Lleva al chico de excursión, háblale sobre la paternidad. Haz seguimiento. Ámalo.

De alguna manera, hemos confundido el amor en acción con la aceptación de las creencias de alguien. Mientras siempre valoraré y apoyaré las políticas provida… y espero que la gente vote en consecuencia… siempre señalaré las áreas que dan los verdaderos resultados fundamentales: nosotros.

Pueden estar gritando cosas horribles, pero muchos en realidad están clamando: “¿Dónde estabas cuando estaba sufriendo y te necesitaba? ¿Dónde estabas cuando necesitaba ayuda?”

El mensaje provida es amar, ver y valorar a las personas. Y, cristianos, cuando se nos llama a amar a las personas con un amor aún mayor… ¿realmente estamos reflejando eso en nuestras vidas y en las de ellos?

Con amor,
Robyn, hija de un pastor









Robyn Refsland McLean es esposa de Josh y madre de dos adorables hijos, el mayor de ellos concebido en una violación. Está embarazada de su tercer hijo. Es la fundadora de Stirring Embers, un movimiento de mujeres que se unen para enriquecerse mutuamente en sus dones dados por Dios y su diseño único. Robyn es la dueña de Brewed GRIT, una marca de ropa y línea de café especial con mensajes significativos e inspiradores detrás de ella.

www.RobynLovesCoffee.com
www.Stirring-Embers.com
www.BrewedGRIT.com

Monday, March 3, 2025

Fui abusada sexualmente a los 17 años

  

Yo era una feligresa devota, asistía a una escuela cristiana y estaba muy involucrada en ambas instituciones. Estaba en mi último año de secundaria y había sido aceptada en la universidad de mis sueños en Nueva York, al otro lado del país de donde vivía en ese momento. También era una activista provida. Estudiaba y escribía ensayos y discursos sobre el aborto y el movimiento provida. 

No tuve una buena infancia. Mis primeros años estuvieron llenos de abuso y negligencia. Desde muy joven, cuidé de mis hermanos menores. Presencié violencia a diario. Pasé tiempo enferma, golpeada y desnutrida. Luego, a los 8 años, fui sacada de una mala situación para ser puesta en otra. Durante el resto de mi infancia y hasta mis primeros 20 años, viví en un hogar de abuso narcisista con mi padre. El abuso físico continuó, así como los ataques verbales y el control financiero. No tenía apoyo fuera de la escuela y la iglesia. Y aun así, nadie sabía cómo me trataban a puerta cerrada. No podía irme debido al control financiero que mi abusador tenía sobre mí, así como por la fachada manipuladora que mostraba ante los demás. Nadie creía que él hiciera esas cosas. 

A los 17 años, llamé a un amigo para que me llevara a casa después de un evento (no tenía la libertad de tener mi propio coche). Ese "amigo" me recogió y no me dejó salir de su coche. Me violó. Al principio tuve miedo de contarle a alguien. Y dos semanas después, descubrí que estaba embarazada.


Recuerdo el día en que vi esas dos líneas rosadas. Recuerdo el miedo. “¿Qué debo hacer?”. No sentía que tuviera a nadie con quien hablar. Estaba completamente sola. Me quedaba un año de secundaria, mi universidad soñada esperándome, una vida y una carrera aún por descubrir. Más que nada, estaba tan cerca de dejar la situación de abuso en la que vivía y mudarme al otro lado del país para alcanzar mi libertad. 

"¿Y si me hago un aborto?"  ¿Podría hacerlo? ¿Podría terminar con esta vida para continuar con la mía? ¿Me salvaría? 

No. Sabía que no lo haría. Sabía que estaba llevando una vida dentro de mí. Sabía que mi bebé estaba viva y que ella no tenía la culpa. Sabía que nunca podría perdonarme si le quitaba la vida por mi propia conveniencia. 

¿Podría ir a la universidad? ¿Podría empezar mi carrera? ¿Podría salir de mi propio infierno personal? Tal vez no… pero nada de eso era culpa de ella. 

No elegí el aborto.  Elegí la vida.  Elegí a mi bebé. 

Y estaba aterrada. Pero sabía que había tomado la decisión correcta. 

No le conté a nadie sobre mi embarazo durante 7 meses. Tenía miedo de que mi situación de vida empeorara si se enteraban. Durante 6 meses, mi cuerpo pequeño me permitió ocultarlo bien. Pero en el séptimo mes, empecé a notarse. Mi director de teatro en la escuela se dio cuenta y habló con mi pastor. Mi pastor llamó a mi padre. 

La persona que me agredió era miembro de nuestra iglesia. Los pastores organizaron una reunión con él, conmigo y con nuestros padres. En esa reunión, él confesó que me había forzado. Esa confesión debería haber traído alivio y justicia. En cambio, destapó la cara más fea de la iglesia que frecuentaba. Mis pastores quisieron encubrir el crimen. Me dijeron que debía casarme con mi agresor. Que debíamos caminar “de la mano” en la iglesia. Obviamente, dije que no. Y la respuesta de mi iglesia fue echarme. Me dijeron que sería una mala madre. Que ya no era bienvenida. Una iglesia en la que había crecido desde los 9 años, un lugar que consideraba un refugio, me dio la espalda. 

Dejé la iglesia, denuncié la agresión ante la policía y, de repente, la fe que había amado durante años quedó en duda. Mi iglesia se negó a hablar con el detective de mi caso y no confirmó la confesión de mi violador. Sus padres intentaron obtener la custodia de mi hija, pero no lo lograron, y sus derechos parentales fueron revocados. Sin embargo, nunca cumplió una condena por su crimen. 

Solo puedo decir: gracias a Dios por mi escuela. Cuando hablé con mi director sobre mi embarazo, recibí una respuesta completamente diferente. Fue amable, me dijo que lamentaba mucho lo que me había pasado y me elogió por elegir tener a mi bebé. Me llamó valiente. Me recordó cuánto me amaba Jesús. Dijo que me conocía desde hacía años y sabía que decía la verdad. Estaba orgulloso de mí. Me dijo que era fuerte. Y luego me acogió en su propia iglesia, ya que la mía me había rechazado. Si no hubiera sido por esa reunión, no sé si mi fe habría sobrevivido. 

Terminé la secundaria; caminé por el escenario y recibí mi diploma dos meses antes de dar a luz. 

Luego, a los 18 años, di a luz a una niña sana y la llamé Adeline. La sostuve en mis brazos por primera vez y supe que, sin importar lo que viniera después, ella era la mejor decisión que jamás tomaría en mi vida. Mi mundo cambió. Y también mi perspectiva. 

Decidí no renunciar a mis sueños. Siempre se dice que la maternidad impide perseguir tus metas. Pero yo encontré mucho más empoderador creer que podía hacer ambas cosas. Volé al otro lado del país con mi recién nacida y asistí a la universidad de mis sueños. No obtuve mi libertad del abuso de inmediato, ya que mi padre se mudó conmigo, pero me gradué. También comencé a compartir mi historia provida en línea y, eventualmente, en conferencias públicas. Mi historia personal me dio una nueva pasión por el movimiento provida. No podía imaginar un mundo en el que hubiera elegido no quedarme con mi preciosa Adeline. Y quería ayudar a otras jóvenes madres que estaban solas y asustadas como lo estuve yo. Quería apoyarlas y quería salvar a sus bebés. 

Recientemente, finalmente logré escapar del control de mi padre. Y, honestamente, empezar desde cero ha sido increíblemente difícil. Él tenía el control de todo, así que me fui con nada. 

Pero en los días en que realmente siento que me estoy ahogando, miro a mi pequeña acurrucada a mi lado y sé que Dios proveerá para nosotras. Y sé que todo el dolor, la vergüenza y el rechazo que sufrí durante mi embarazo valieron la pena. Sé que con ella tengo un propósito. Y que juntas superaremos cualquier cosa. 


Adeline es la luz de mi vida. La mayoría de los días, ella es la razón por la que sigo respirando. No puedo imaginar lo oscura que habría sido mi vida si hubiera elegido el aborto. Todo lo que me habría perdido. Me habría robado a mí misma —y al mundo entero— la alegría que ella lleva a donde quiera que va. 

Mi historia es dolorosa y oscura. Pero mi salvador es el Dios que creó la luz misma. Y veo esa luz todos los días en mi hija. Siento Su amor a través del amor que compartimos. Y sé que nunca más estaré sola como lo estuve a los 17 años. 

Monday, February 17, 2025

 MI VIDA TIENE VALOR PORQUE SOY HIJA DE DIOS

Haber sido concebida en una violación no me hace menos digna de vivir. La violación no me define. Yo soy como Dios me ha moldeado. Él me ama y tiene un propósito para mí. Mi vida tenía valor en el momento de mi concepción y lo sigue teniendo ahora.

 

“Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.”
—Salmo 139:13-16

Siempre supe que fui adoptada. Recuerdo a mis padres sentándome y explicándomelo. Recuerdo llorar hasta quedarme dormida pensando: Vosotros no sois mis verdaderos papá y mamá. Recuerdo el rechazo y el dolor que sentí. Me amaban tanto y querían ayudarme a lidiar con esta avalancha de emociones, pero no sabían cómo se sentía. No podían saberlo. Ellos sabían de dónde venían. Yo no.

                                                        Ashley con su esposo e hijos.

Esta lucha interna continuó por años. Poco sabía yo que solo conocía una parte de la historia. Estaba en mi último año de secundaria cuando lo descubrí: mi madre biológica había sido violada.

He imaginado la escena una y otra vez en mi mente—cómo mi cumpleaños casi no sucedió. Una joven es recogida para una cita y una noche en la ciudad. Su novio es encantador, persuasivo. La noche iba bien, y luego las cosas tomaron un giro para peor. Lo llamaron violación en una cita. Nueve meses después, aquí estaba yo. Nacida de una mujer que no me quería, que ni siquiera quería saber si era niña o niño.

No amada, no deseada, pero salvada de la violencia impensable del aborto, que de alguna manera es totalmente aceptado en nuestra sociedad. Recuerdo mirar por la ventana del auto de mi madre pensando: Eres un producto del mal; nunca debiste haber existido.

Cómo el enemigo tiene una forma de usar las palabras. Durante años, viví con esos sentimientos persistentes, esos pensamientos de odio—sintiéndome como si estuviera predestinada para algo horrible solo porque así comenzó mi vida. Me sentía patética, o al menos eso me repetía a mí misma. Tenía días buenos, semanas, meses… pero siempre regresaba esa sombra.

Pensando en aquel día, puedo recordar vívidamente lo que mi madre dijo con tanta naturalidad y cómo Satanás estaba convirtiendo la verdad en mentiras. No era yo quien me decía que no debía existir, era el enemigo susurrando: Tú no deberías existir, cualquier cosa para derribarme y hacerme cuestionar el propósito de mi vida.

En una manifestación en favor de la vida.

¿Quién puede imaginar ser violada y luego descubrir que está embarazada del hijo de su agresor? Recuerdo que, como estudiante de secundaria, justificaba que un aborto sería aceptable en caso de violación—quiero decir, ¿cómo se podría esperar que una mujer cargara un hijo concebido bajo circunstancias tan horribles y malvadas? Oh, espera… eso podría haber sido yo.

Cuestionaba todo: mi valor, incluso mi existencia. Pensamientos de suicidio iban y venían. Nunca actué en consecuencia y siempre desechaba la idea. No fue hasta que busqué la voz de Dios en mi vida que esos pensamientos comenzaron a desaparecer.

Poco sabía yo que Dios me estaba llamando a Él. ¿Me quería? No podía ser—Él no sabe sobre mí, de dónde vengo…

"Sí, Ashley, te quiero."

Abrí mi Biblia en Jeremías 1, 5:
“Antes que te formase en el vientre te conocí,
y antes que nacieses te santifiqué,
te di por profeta a las naciones”.

Él me conoce, Él me creó, Él me ama.

Verás, yo no fui un error. Dios sabía lo que iba a suceder el día en que fui concebida, y tenía un plan más grande de lo que cualquiera podía ver. A un nivel más fundamental de lo que incluso mis padres adoptivos podían imaginar, mi Padre reveló la importancia y el propósito que imprimió en mi vida.

Dios toma situaciones malas y hace algo hermoso. ¡Soy una hija de Dios! Su adopción es hermosa, segura y asombrosa en su glorioso diseño. Estoy aquí para compartir las buenas noticias de Dios y su plan para tu vida y la mía.

Estoy viva—no por accidente, sino por Su gracia.

Todos debemos recordar que Dios tiene un plan para nuestras vidas. Puede que no lo veamos o que ni siquiera lo entendamos. Todo lo que podemos hacer es buscar Su rostro y Su voluntad cada día. No debemos desanimarnos cuando sentimos que el mundo nos ha dado la espalda, ¡porque lo ha hecho! Pero Dios no nos ha dado la espalda. Dios estaba, y sigue estando, en control.

Debido a las circunstancias que rodearon mi concepción y nacimiento, he tenido la increíble oportunidad de ministrar a otros, alzando mi voz en contra del aborto y compartiendo el amor de Cristo con quienes están sanando de esa experiencia.

Cada día recuerdo que el plan de Dios es perfecto. ¡Soy bendecida por escribir y hablar de lo que Él ha hecho en mí y a través de mí!

Alabado sea Dios por Su corazón revelado en Jeremías 29:11:

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”

Saturday, February 1, 2025

SOY HIJA AMADA DE DIOS

Mi nombre es Rebecca Kiessling. Soy abogada, madre y fundadora de Salvar El 1 (Save The 1), una organización internacional dedicada a defender la vida humana en todas las circunstancias, incluyendo la del vientre materno, especialmente en casos de violación.

Los bebés concebidos por violación no son diferentes a cualquier otro niño; no son menos humanos. Tienen la misma dignidad y el mismo derecho a la vida que cualquier otra persona.

Mi propia madre fue violada por un violador en serie. En dos ocasiones consideró abortarme. Incluso estuvo a punto de someterse a un aborto, pero no tuvo el coraje de llevarlo a cabo.

Hoy estoy viva porque mi madre tuvo el valor de no abortarme y porque, en ese momento, la ley me protegía.

Lucho por la vida de todos los niños no nacidos, pero especialmente por aquellos que no tienen voz y cuyo derecho a la vida es negado debido a las circunstancias de su concepción.

Creo firmemente que fui creada por Dios, a su imagen, con un propósito, ¡y ese propósito NO era ser abortada! (como una mujer en la iglesia me sugirió en una ocasión). Fui creada para el bien, no para el mal. Dios no es un asesino.

Soy una persona de fe, y mi fe ha sido, a menudo, mi fuente de fuerza. La fe siempre es un refugio seguro al que recurrir cuando todo parece incierto. Hay momentos en los que defender la vida es difícil; es una misión ardua y paciente. Muchas personas, incluso dentro de la Iglesia, creen que el derecho a la vida de una persona depende de la voluntad de los padres, de la perfección genética o de una concepción libre y amorosa.

Hay quienes dicen que el niño concebido en una violación es desechable, como basura. Pero yo sé que tengo un valor infinito. Al igual que tú, Jesús pagó un precio infinito por mi vida. ¡Ese es mi valor: que Jesús murió en la Cruz por mí! ¡No soy un ser despreciable, soy amada de Dios, hija de Dios!

No elegí las circunstancias en las que fui concebida, pero desde el primer momento de mi concepción, tenía derecho a vivir, y nada ni nadie en este mundo puede arrebatarme ese derecho.

Sin embargo, hay otras personas, igualmente dignas de amor y vida, que están viendo cómo les arrebatan su derecho a la vida y merecen protección. Todos merecen un cumpleaños.

                                Con su hija Carina en la manifestación pro vida de Washington


Rebecca Kiessling, concebida en una violación. Abogado y activista pro vida. Fundadora de Salvar El 1

 

Tuesday, August 24, 2021

Reflexiones ante un diagnóstico prenatal de "incompatibilidad con la vida".



Tal vez esta historia de nuestra vivencia pueda ser útil a alguien. Mi nombre es Natalia Camero y esta reflexión parte de la experiencia que hemos acabado de vivir con mi esposo y familia.

El Cirineo…

Hasta hace algunos meses atrás, no me detuve a pensar en la humanidad de Simón de Cirene… 


El Cirineo acaba de terminar su jornada de trabajo, lo que implica que ya estaba cansado, y es obligado por los romanos a ayudar a cargar la cruz a un reo de muerte… Ese reo es Jesús.

Es ¡“obligado”! El Cirineo se encontraba ante la oportunidad y el mejor regalo de su vida. Y este regalo y oportunidad le llegaba “disfrazado” de “carga y obligación".


En casa hace unos meses nos enterábamos de un “regalo del cielo” de una gran oportunidad que nos cambiaría la vida y que impactaría para siempre en nuestro rumbo de familia con un antes y un después. Pero sin embargo, al igual que al Cirineo, la noticia nos llegaba “disfrazada" como carga y obligación.

Las rodillas nos temblaron, el corazón se agitaba y el miedo trataba de apoderarse de nosotros ante esta petición que nos hacía el Señor, pero estábamos ya sin pensarlo a las puertas y dando pasos en ese camino, claro. Era duro y lo que esperaba al final de nuestro esfuerzo no era nada esperanzador.

Dios nos puso cara a cara para tenderle la mano, el corazón, todas nuestras fuerzas y el empeño para recorrer juntos un “agridulce” viacrucis al lado de un “reo de muerte". Sabíamos lo que nos esperaba en el Golgotha y si no hubiésemos logrado clavar los ojos en el Cielo, Dios sabe que habríamos caído y huido de esta misión. 

Para nosotros, la “sentenciada” era la séptima hija que estábamos esperando, Violeta (la sexta ya se nos había adelantado también de forma muy temprana en la barriga de mamá). Dios nos la regalaba en un “perfecto empaque de regalo” que haría brotar lágrimas y temores perfectamente pensados para ayudarnos a madurar la fe como familia, enseñando entre muchas cosas, de forma muy temprana a nuestros cinco hijos menores de 11 años, a vivir un duelo “certero y cercano” aceptado con y por amor, para inscribir en sus corazones desde tan pequeños, que la Voluntad de Dios es perfecta y que toda vida se respeta y protege. 

Viole, nuestra pequeñita flor, llegaba a nosotros con un diagnóstico confirmado de un trastorno genético “INCOMPATIBLE” CON LA VIDA. Tenía Trisomía 18, también llamado Síndrome de Edwards.  El órgano más afectado por su condición fue su corazón.  Estaba muy mal y se esperaba que muriese en el vientre o en el trabajo de parto. Si sobrevivía, el pronóstico era de horas. Pero Dios nos la prestó por 17 días.  Creo que ningún papá ni mamá desea recibir una noticia como ésta, y quiero pensar que el temor y la angustia que vivimos es comprensible aún para personas que ya caminamos en la fe.

Sin embargo, Violeta rompió muchos pronósticos que pesaban sobre ella desde que se supo que “algo andaba mal”. Fueron pequeños o tal vez, grandes milagros que Dios nos concedió como dulces besos de amor en el viacrucis que recorríamos a su lado.

Tal vez uno de los más significativos fuera que, tras llegar a España y con 27 semanas de gestación y partiendo “de la nada” terminamos conectados con un programa que tiene la CUN de Madrid para Embarazos de Mal pronóstico y de forma gratuita nos tendieron la mano. Creo que es importante visibilizar por medios ese programa para ayudarles a ellos, como institución, y para que más madres con  embarazos con mal pronóstico opten en medio de su temor por respetar la vida de sus hijos(https://www.cun.es/cunteacompana).

U)no a uno nuestros pequeños “sueños” a cumplir con la corta estancia en nuestras vidas de nuestra pequeñita fueron atendidos por Dios, y estoy segura que Él le prestó Su Corazón a nuestra luchadora, no sólo en la gestación, sino los días que pudimos tenerla en brazos, hasta cuando Dios, enamorado de la pureza de su alma, quizo llevarla a su lado para llenarla de besos y cuidárnosla hasta que nos reencontremos ya en la Eternidad. 

Podría contar y contar muchas de las cosas que Dios escribió y sigue escribiendo con un pincel suave y delicado en nuestros corazones, en medio de la tormenta que hemos vivido. Pero por ahora sólo quiero compartir que, contrario a lo que muchos pudiesen pensar, la condición de Viole fue un regalo. Una oportunidad que nos concedió Dios para experimentar el extremo amor que Él guarda por los pequeñitos, los frágiles y “despreciados". El corazón aún duele, pero el alma ha sentido un bálsamo de amor “inexplicable” en las semanas que hemos acompañado a Violeta dentro de la panza y fuera de ella.

Hoy sólo ruego que si sabes de alguien que en su vida esté pasando por algo “similar” que le alientes. Hazle saber que hay regalos de Dios que se destapan a base de lágrimas, pero que dentro llevan oro y perlas finas. Seguir a Dios siempre será el mejor camino pues Él muere de ganas de mostrarnos su Amor.

La mejor forma que tenemos de honrar la vida de Violeta es gritar al mundo que toda vida cuenta y que ha sido pensada por Dios desde el inicio del mundo.


Nota: Natalia es colombiana, casada y madre de familia.