Por Frida Halliday
Escribo mi historia para ayudar a las personas a valorar la vida, sin
excepción y para alentar a otras que están pasando situaciones difíciles. Sepan
que hay personas que se preocupan por ellos y que Dios nunca los olvida.
Nací en 1961 y me crié en un vecindario en el oeste de San José,
California. Era una de las dos gemelas en una familia de siete. En mi casa
había alcoholismo e incesto. Mis padres eran miembros de la Orden de los
Rosacruces y asistían a sus reuniones, pero mi padre se declaró ateo, mientras
que nuestra madre nos llevó a la escuela dominical en una iglesia metodista
desde que éramos muy pequeños. Tanto mi madre como mi padre eran alcohólicos
violentos. Nos maltrataron a los niños de todas las formas en que un niño puede
ser maltratado, física, sexual y emocionalmente.
Mi padre comenzó a abusar de mí cuando tenía cinco años, mientras mi gemela
y yo dormíamos. Me despertaba aterrorizada sintiendo qué me hacía. Sin saber
cómo responder, sólo fingía que todavía estaba durmiendo, y recuerdo haber
rezado a Dios para que detuviera el dolor porque realmente me estaba
lastimando. Durante toda mi infancia, nadie me explicó qué era la violación, y
mi hermana y yo nunca hablamos de eso.
Para agravar las circunstancias, mi hermana gemela y yo fuimos objeto de
experimentación en el Instituto de Investigación de Stanford dentro de un
programa llamado MK-Ultra, realizando experimentos de control mental basados
en el trauma y patrocinados por la CIA. Ochenta grandes
universidades e instituciones estuvieron involucradas en estos experimentos
durante la Guerra Fría. Mi hermana y yo estuvimos encerradas en Stanford
durante seis meses completos cada año durante los primeros siete años de
nuestras vidas. El propósito del trauma y la tortura era romper nuestras mentes
y ver si podían inducir la disociación y las múltiples personalidades. Luego,
su intención era programar cada parte para hacer las cosas que querían que
hicieras y fuimos víctimas de la trata sexual.
Debido a que estábamos traumatizadas en Stanford durante nuestros años de
formación, nos disociamos y aprendimos a ignorar el abuso. Lo llaman "la
mirada de mil yardas" y este fue nuestro mecanismo de supervivencia.
A los 9 años, mi hermana tuvo un ataque de nervios y fue ingresada en el
Stanford Children's Hospital. Cada año, mi madre la llevaba allí pues siguió
sufriendo ataques de nervios y resultó ser un lugar seguro para ella. La
primera vez que regresó del hospital, le pregunté dónde había estado y ella
dijo: "No es tan malo, no es tan malo como nuestro hospital de
tortura". Y esa es la única vez que hablamos remotamente de nuestro abuso
infantil.
La mayor parte del tiempo, pude evadirme de lo que estaba sucediendo, pero
a la edad de 12 años, recuerdo haberme despertado escuchando a mi hermana
gemela gritar y vi a mi padre encima de ella. Me tapé la cabeza con las mantas,
me tapé las orejas, contuve el aliento y recuerdo que sentía que mi corazón
explotaba en mi pecho.
Como resultado de que mi padre abusó sexualmente de mí, quedé embarazada de
él en 1973. Tenía 12 años y Roe v. Wade acababa de convertirse en ley. Mi madre
fue al pediatra para pedirle una derivación a una clínica de abortos, pero él
se negó a darle una derivación por razones morales.
Años más tarde, fui a este pediatra para preguntarle sobre mi embarazo a
los 12 años, y él me dijo que su negativa a derivarme para que me hicieran un
aborto causó una separación entre mi madre y él. Me dio una copia de mi
historial médico donde se detallaban todas mis lesiones infantiles y se
disculpó por no haber informado nunca. Los médicos no estaban preparados en ese
entonces para hacerlo. Me afectó tanto leer este archivo que lo quemé muy
disgustada.
Sin embargo, mi madre rápidamente encontró un médico que la remitió a una
clínica de abortos y cogió cita para mi aborto. Lo único que me dijeron es que
tenía que ir al médico y que mi madre me llevaría allí para realizarme un procedimiento
quirúrgico. No sabía que estaba embarazada en ese momento.
Al final resultó que la clínica de abortos estaba ubicada a un par de
cuadras de nuestra casa. El día de mi aborto, mi madre y yo fuimos juntas en el
coche. Una vez que llegamos al estacionamiento, mi madre me indicó que esperara
dentro del coche mientras entraba a la clínica para ver si estaban listos. Debí
haber entrado en pánico porque después de que ella se fue, me encerré dentro
del auto. Cuando mi madre regresó unos minutos después, no le permití abrir la
puerta. Cada vez que giraba la llave dentro del ojo de la cerradura presionaba
el botón de cierre. Aunque estaba aterrorizada porque mi madre era muy abusiva
me sobrepuse a ese miedo porque sabía que ella no estaba haciendo nada bueno.
No perdió la calma porque había otras personas alrededor y no quería mostrar
que no era una buena madre.
Regresó a la clínica de abortos y volvió unos minutos después con otras dos
mujeres que intentaban distraerme mientras mi madre intentaba abrir la puerta
del auto. Las contuve todo el tiempo que pude, pero mi madre finalmente logró
desbloquear y abrir la puerta del asiento del conductor.
Fui escoltada rápidamente a la clínica de abortos por un pasillo hacia una
sala quirúrgica donde me entregaron una bata quirúrgica y me ordenaron que me
desnudara. Mi madre se quedó conmigo en la habitación, supongo, para asegurarse
de que no intentara escapar.
Después de ponerme la bata quirúrgica, me subí a la mesa para esperar al
médico. Nunca nadie me mencionó las palabras aborto o embarazo y no tenía idea
de qué me harían. Mientras estaba sentada allí, noté lo que parecía ser una
gran caja cuadrada de vidrio o plástico sobre el mostrador del fregadero. Era
completamente transparente, así que podía ver el interior y recuerdo
preguntarme qué era.
Un hombre que llevaba una bata blanca de laboratorio entró en la
habitación. Supuse que era médico. Me indicó que me acostara boca arriba con
las piernas dobladas por las rodillas y los pies separados. El doctor insertó
algo dentro de mí, y luego se encendió una máquina. Recuerdo que sonaba como
una aspiradora. Sentí terror al ver mi sangre y tejido salpicar dentro de esa
gran caja de vidrio o plástico.
En mi mente de 12 años, al ver que esto era sangre y tejido saliendo de mí,
aterrorizada, pensé que me estaban chupando todos mis órganos internos y estaba
convencida de que estaban tratando de matarme. Me desmayé. Cuando volví en sí,
el procedimiento había terminado y mi madre estaba sujetando una compresa a mi
ropa interior.
Terminé de vestirme y luego mi madre me llevó a casa.
No sé cómo supe esto, pero desde ese día en adelante tuve la intuición de
que tenía un bebé en mi vientre y que me lo habían quitado. No conocía ni
entendía la parte logística, pero sabía que alguien me había quitado a mi bebé.
Tal vez el Espíritu Santo me lo había dicho, pero a partir de entonces me
lamenté por la pérdida de mi bebé.
Durante los siguientes dos años después de mi aborto, sufrí una depresión
profunda. Mis notas en la escuela bajaron. Mi maestra de sexto grado no podía
entender por qué no podía resolver mis problemas de matemáticas.
La primera vez que escuché la palabra "aborto" fue un par de años
después. Llegué a casa y le pregunté a mi madre qué era un aborto y ella me
dijo que es cuando una mujer no quiere tener a su bebé, por lo que le quitan el
contenido del útero. Me sorprendió cuando dijo eso, porque pensé: "¿Cómo
puede ser que alguien no quiera tener un bebé?".
Todavía no me había dado cuenta en ese momento que me habían practicado un
aborto. No fue hasta años después que mis recuerdos escondidos volvieron a
raíz de una conversación con mi pediatra
y la visita a esa clínica de abortos
cerca de la casa de mi infancia en Williams Rd en San José, California. Entré
en el edificio y pregunté: "¿Es esta una clínica de aborto?". Y
confirmaron estos recuerdos de 18 años atrás. Soy una persona que ama la
verdad, incluso si es difícil y fue la confirmación de lo que me hicieron.
Estos trabajadores de la clínica de abortos no tenían idea de cómo habían
permitido mi abuso sexual. Estoy segura de que mi madre les mintió y dijo que
tenía novio o algo así, pero como mi hijo fue abortado y la evidencia de la
violación fue destruida, mi padre pudo seguir abusando sexualmente de nosotras
hasta que cumplimos 19 años y nos emancipamos.
Desde la edad de tres años, recuerdo haber pensado que de alguna manera
había muerto he ido al Infierno y esta vida que estaba viviendo era en realidad
el Infierno bíblico y estaba siendo castigada por algo. Cuando lo piensas, mi
vida realmente era el infierno en la tierra. Entonces, a la edad de 30 años,
comencé a reconocer que había una voz muy amable y amorosa dentro de mi corazón
que me había hablado durante toda mi vida y no tenía forma de saber que éste
era nuestro Salvador. Había estado yendo y viniendo a la iglesia a lo largo de
los años, pero sentía que no era capaz conocer a Dios. Pero una vez que mi
curación comenzó a los 30 años, finalmente supe de quién era esa voz y que Dios
nunca me había abandonado.
Creo que mi bebé abortado es una niña. Ella vive en el cielo y me perdona,
entiende que no elegí abortarla y que me lo impusieron. Creo que ella sabe que,
si me hubieran dado la opción, habría elegido su vida En 2016, le escribí una
carta, diciéndole que la amo y que me alegro de que esté en un lugar donde no
sufre. Incluso ahora, al hablar de esto, me pongo a llorar.
El aborto nunca es la respuesta. Es un asesinato. Cuando eres una futura
madre y eliges el aborto o se te impone, nunca vuelves a ser la misma. Nadie
que pasa por un aborto queda igual que antes. Si una mujer no se inmuta y no
siente remordimiento, entonces su conciencia está muerta.
Puedo decir estas cosas con toda naturalidad porque tuve dos abortos más
cuando era adulta: a los 19 años cuando estaba embarazada de mi prometido e
insistió en que abortara, y luego a los 21 años cuando me diagnosticaron un
embarazo ectópico. El doctor dijo que debía abortar o moriría. Ni siquiera sé
qué creer sobre eso, pero sí sé que a mi generación se le vendieron un montón
de mentiras. Para empezar, nunca me sentí bien, tenía mucha depresión y
pensamientos suicidas después de cada aborto. El aborto no es un error que se
puede remediar sino una pérdida permanente de vidas.
Si alguien me hubiera explicado a la edad de 12 años exactamente qué era el
aborto, sé que hubiera elegido tener el bebé, a pesar de que venía de una violación
/ incesto. El aborto terminó agregando más trauma a la vida de una niña de 12
años. Mi bebé podría haber sido el comienzo de mi curación, pero en cambio, el
aborto me envió a una depresión más profunda y oscura. No puedes olvidarlo.
¿Cómo puedes olvidar a tu bebé?
BIO: Frida Halliday es madre postaborto por violación incestuosa, madre de
una hija de 35 años y abuela de un nieto de 2 años. Ella vive en el estado de
Washington y ahora es bloguera de Salvar el 1.
Estoy de acuerdo con la causa. Y de forma anónima dejo el escrache a una señora "pro-vida" que trató a Frida de mentirosa diciendo que el proyecto MK ULTRA no existió y que tiene que ver con Planned Parenthood. Estoy segura de que a Frida le encantaría ponerse en contacto con esta señora para explicarle que eso fue real, nosotros en el grupo "salvemos las dos vidas" de facebook le intentamos explicar y nos bloqueó. Fue muy grosera y dijo que éramos "feminazis encubiertos". Cuando ella trató mal a Frida y a su testimonio. Y en un momento incluso tuvo la osadía de decir que frida nunca había mencionado el proyecto MK ULTRA en su testimonio. Dejo su perfil de facebook:
ReplyDeletehttps://www.facebook.com/caro.vazque.989?fref=pb&__tn__=%2Cd-a-R&eid=ARATEXwytET5XSINB9vXG6tE0j0DelOOGAYJ9LR-6TsstUHXHRO_EACjiOcWbMeFV-srozRaj06lgbpL&hc_location=profile_browser
Y si quieren que les envíe capturas de TODA la información sobre lo que dijo esta señora de Frida, pueden enviarme un mail a Dalia.Ravana@gmail.com