Mis recuerdos más horribles
datan del 21 de septiembre del año 1984, cuando fui violada por mi padrastro
por primera vez...
En la ciudad de Arica, Chile, una niña de 8 años fue violentada sexualmente
por su padrastro y amenazada con un cuchillo. El violador procedió a ultrajarla...
Mamá no estaba y no pudo ayudarme. Ella había ido al hospital a dar a luz.
Al día siguiente me levanté y acudí a los carabineros para ver si me podían
ayudar. Pero ellos me dijeron que no me creían y que estaba mintiendo.
Nunca le conté a mamá lo que había pasado porque mi padrastro me amenazaba
con matar a mi mamá y hermana si lo hacía
y así pasaron los días, los meses y los años, también. Y las violaciones
nunca cesaron.
Me sentía sucia, como si
fuera una basura. Cada vez que me bañaba refregaba mi cuerpo hasta hacerme
heridas para que mi cuerpo se limpiara de tanta mugre, de tanto dolor.
Cuando tenía unos 15 ó 16
años, mi padrastro me
había golpeado con una manguera. Y en
ese momento me encaré y le grité que lo denunciaría. Ahí fue cuando me fugué de
casa y me fui a mochilear con una amiga. Mientras, mi mamá me andaba buscando
y, finalmente, dieron conmigo y me regresaron a mi casa. Pero, por aquel
entonces, yo ya había notado que mi
cuerpo de niña estaba empezando a cambiar insinuando una clara maternidad...
En cuanto estuve, de nuevo, al lado de mi madre le expliqué que no me
encontraba bien, que me sentía mal. Había algo que se movía en mi interior,
dentro de mí. Ella, una mujer in tanto ingenua, me llevó al médico de Medicina General y éste, muy molesto, me toma una ecografia y me dice:
"Tan cabra chica y
embarazada". Quedé en estado de shock.
Me dejaron hospitalizada y en la noche me dijeron que me tenían que operar
y ya no recuerdo más pues me durmieron por completo y no me enteré de nada.
Pero, al día siguiente, noté un vacío que hasta hoy siento.
Con el tiempo supe que me
habían hecho abortar con 6 meses de gestación. Pasé los dos años siguientes muy mal, yendo a
terapia con una psicóloga que me ayudaba pero me costó mucho.
Luego, intenté hacer otra vez mi
vida y conocí al padre de mis hijos y nos casamos pero mi vida en pareja fue
muy difícil porque no podía tener hijos. Supongo que fue una de las secuelas
que aquel aborto dejó sobre mi cuerpo y alma. Pero gracias a un tratamiento de
infertilidad logré ser mamá.
Si tuviese que aconsejar a
una muchacha que estuviera embarazada tras una violación o un acto de incesto,
le diría que tuviera calma y que todo pasará. Que no
piense en abortar porque todo dolor dura
un tiempo pero la muerte del hijo abortado es para siempre y que si no quiere al bebé o no se ve capaz de
criarlo, que lo de en adopción. Yo hubiese amado a mi hijo concebido en
violencia tanto como amo a mis otros hijos y a mi nieto.
BIO: Alicia Padilla, madre y abuela chilena. Escribió este testimonio de vida para SalvarEl1 (SaveThe1)
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