por Becky Dunlap
Mi historia,
para Su gloria… Por favor, ten en cuenta que hay cosas que
nunca he contado antes. Dios me está dando la voz y la fuerza para contar más mientras Él me ayuda a asimilar las partes que he mantenido ocultas. Es cierto que Dios nos hace libres.
A los 13 años tenía una amiga que, para mí, era la mejor. Ella y yo hacíamos todo juntas y juntas íbamos a todas partes.
Nuestras vidas más o menos giraban en
torno a nuestra amistad y nuestro grupo de amigos. Éramos inseparables. Si yo no
estaba en su casa, ella estaba en la mía. Su madre tuvo a su
hermanito cuando estábamos en séptimo grado y prácticamente "criamos" a ese bebé.
Siempre me han encantado los bebés, incluso cuando era muy niña. Recuerdo cuando lo conocí en el hospital el día de su nacimiento, sus deditos de los pies y sus piernas arrugadas eran tan preciosos...
Siempre me han encantado los bebés, incluso cuando era muy niña. Recuerdo cuando lo conocí en el hospital el día de su nacimiento, sus deditos de los pies y sus piernas arrugadas eran tan preciosos...
El verano antes
del octavo grado, mi amiga se fue durante un mes a estar con su padre en otro
estado. Una noche cuidaba a su hermano
pequeño y otro hermano chico
para que su mamá y su conviviente
pudieran salir. Alrededor de la
medianoche, empecé a preocuparme. No me gustaba la oscuridad, y teniendo sólo 13 años, era ya demasiado tarde para seguir haciendo de niñera.
Su familia era muy pobre también, así que vivían en un viejo remolque que tenía ratones.
Empecé a contar los minutos
que quedaban para que regresaran.
Finalmente,
volvieron y el novio de la mamá de mi amiga dijo que
me llevaba a casa. Yo vivía sobre una colina
fuera del pueblo. Cuando llegamos,
aceleró y pasó por delante de mi casa. Le dije que se había pasado mi casa y me dijo que me callara. Me puse a gritar, sin tener idea de dónde íbamos. Condujo por caminos
con curvas, por lo que me pareció mucho tiempo. Estaba tan
oscuro afuera que yo estaba aterrorizada.
Se salió de la carretera y se
detuvo en un estacionamiento cerrado.
Estaba rodeado de árboles y arbustos. Yo tenía cierta idea de nuestra ubicación por los caminos con curvas, pero estaba lejos de casa y muy
desorientada. Empezó a tirar y tirar de mi ropa tratando de
desnudarme. Cuanto más me resistía más fuerza usaba.
Todavía recuerdo cada detalle. En ese momento, no
estaba segura de si iba a salir viva de ahí o no. Lloré desconsoladamente y le
supliqué una y otra vez que por
favor me llevara a casa, repitiendo que no quería tener relaciones sexuales con él y que sólo quería volver a casa. Me dijo que me callara, que
nadie podía oírme y que nadie me encontraría allí. Recuerdo que miré los alrededores, queriendo salir del coche,
pero estaba muy asustada. Él era violento y yo estaba muerta de miedo.
Cuando terminó de violarme, me llevó a casa y en el camino de vuelta me dijo que no se lo contara a
nadie y, que si lo hacía, se vengaría. Me
dejó en casa, me fui a la
habitación de mis padres, asomé la cabeza por la puerta y dije: "Estoy
en casa". Luego me fui a mi
habitación, escondí la ropa en un cajón, y me fui a la cama.
No se lo dije a
mis padres, ni a nadie, excepto a mi mejor amiga - que luego se lo contó a su mamá. Cada vez que sonaba el teléfono me daba miedo que fuera la madre de mi
amiga, que se lo quería explicar a mis
padres. Ella me animaba a que se lo
contase. Esperé 3 meses antes de
explicar nada. Era verano y pasábamos mucho tiempo con mi familia afuera en
el lago, subiendo en bote, practicando esquí acuático, haciendo tubing y
todos se divertían mucho. Pensé que si les contaba algo de aquella noche terrible, arruinaría nuestra diversión y sería la ruina de mi
familia.
Un par de
semanas después de haber sido
violada, estaba con atraso de mi regla. Me preocupaba que pudiera estar
embarazada, pero no quería decírselo a mis padres porque sabía que se molestarían. Un mes más tarde, todavía no me llegaba el período.
Fuimos con mi
familia a Pensilvania a visitar a mis abuelos y parientes. Mi amiga Crystal vino conmigo. Cabalgamos en mi pony (con el que mis abuelos
se quedaron cuando nos mudamos cuando yo tenía 10 años). Más tarde ese día, empecé a tener dolores de estómago y empecé a sangrar. Le dije a mi mamá y a mi amiga que me había llegado el período, pero por dentro estaba aterrorizada - aterrorizada de que
estuviera abortando. Todavía no estaba segura de que estuviera
embarazada ya que no me había hecho una prueba de
embarazo para confirmarlo. Pensé que probablemente lo estaba ya que sabía cuando debería haberme llegado el periodo y sabía lo suficiente como para entender que podía quedar embarazada de la violación de él. Sangrando y con un dolor terrible - no como
un período normal, pensé que me había causado un aborto involuntario por haber andado en el pony. Durante la noche y día siguiente, yo seguía teniendo dolores de
estómago y eché grandes coágulos de sangre. A los 13 años, no estaba segura de si me estaba bajando el periodo o si
estaba teniendo un aborto involuntario.
Después de ese día, el dolor disminuyó y seguí sangrando durante 14 días seguidos.
Nunca se lo dije a nadie. De
verdad no entendía lo que me había pasado, pero pensé que era mi culpa.
El primer día de clases de ese año, conocimos a todos nuestros maestros. Ese día supe que mi profesora de inglés era alguien en quien podría confiar. Ella era una
hermosa mujer, fuerte, dulce y tierna, y dijo las palabras que yo necesitaba oír. Se
puso de pie delante de la clase y nos dijo que si alguno de nosotros tenía un problema, si teníamos algo terrible que necesitábamos decirle a alguien, entonces ella nos escucharía y ayudaría.
Me sentí enferma ese día – de los nervios, al
saber que algún día podría ser capaz de contar mi secreto.
A un mes de haber empezado el curso, mi profesora de inglés nos dio como tarea escribir un texto sobre
tres deseos. Siendo yo dulce y tierna
(realmente sentía compasión hacia las personas,) escribí acerca de cómo: 1 - Desearía que todos en el mundo se salvaran, 2 - que
nunca más hubiera guerra en el
mundo, y 3 – que "eso"
nunca me hubiera pasado. En aquel tiempo
ni siquiera sabía que lo que me había sucedido se llamaba "violación".
Yo sólo sabía que me obligó a tener relaciones sexuales y que no era correcto. Cuando escribí sobre ese tercer deseo, mi letra se volvió tan mala que era difícil de leer, y recuerdo estar tensa y nerviosa porque finalmente
estaba revelando el terrible secreto.
La espera hasta
que mi profesora leyera y calificara nuestras tareas fue difícil.
Le preguntaba constantemente si lo había leído. Finalmente, un día le entregué un papel doblado que
decía "Necesito hablar
con usted en algún momento". Ella me llamó al salón ese día y ahí le conté todo. Fue encantadora conmigo. Ella lloró, me tomó la mano, escuchó, y me hizo preguntas. Me convenció de que tenía que decírselo a mis padres. Asentí y ella llamó a mi mamá y papá desde la escuela.
Mi padre tenía una cita con el dentista así que no pudo venir y mi mamá sí vino a la escuela. Mi
profesora se lo contó, y luego mi mamá y yo fuimos a casa y le contamos a mi papá. Mis
padres tenían el corazón roto.
Rápidamente presentaron
cargos. Más tarde, esa confesión a mi profesora de
inglés se convirtió en parte de la evidencia para el
juicio. Una vez que el hombre fue
arrestado y llevado a la cárcel, la chica que era
mi mejor amiga se enojó mucho conmigo. Hizo circular rumores horribles sobre mí en la escuela, mintiendo y poniéndome motes. Además de lo que me había pasado, me dolía mucho perder a mi mejor amiga.
Al año siguiente fue la continuación de la pesadilla. En el momento en que realmente comenzó el proceso judicial (había habido algunos retrasos con nuestro abogado
que estaba trabajando en un caso de asesinato por lo que el juicio se pospuso
un par de veces), había pasado nueve meses
desde la violación. Recuerdo que miré al hombre en la sala del tribunal y en realidad sentí pena por él. Yo tenía a mi familia, pero él estaba tan solo y pensé en lo perdido que estaba, lo increíblemente perdido que tenía que haber estado para hacerle algo tan horrible a una niña de 13 años.
El día del juicio, terminó aceptando un acuerdo con el fiscal.
Habló con el juez para
explicar lo que me hizo, pero luego comenzó a mentir diciendo que pensaba que yo tenía 16. El juez se enojó, lo detuvo y le dijo que necesitaba hablar
con su abogado de nuevo y que aclarase su historia. Se tomaron, pues, un descanso, volvió a salir, y entonces reconoció lo que me hizo. Los cargos originales habían sido por sodomía y violación de una menor de edad
en primer grado, y el acuerdo con el fiscal fue de hasta dos años por un cargo reducido de abuso
sexual. Finalmente permaneció menos de 8 meses en la cárcel.
Recuerdo que me sentía realmente fatal y
estaba enferma y asustada cuando me topaba con él en una tienda del pueblo. Mientras, mi padre estaba absolutamente
furioso.
Mirando hacia atrás, entiendo que los fiscales querían evitarme el trauma de un juicio, pero creo que un juicio habría sido mejor que saber que él estaba libre en mi comunidad. Yo sabía que había violado a una chica de 18 años antes. En vez de quedarse ahí para testificar en el juicio, su familia decidió hacer las maletas y salir del pueblo ese mismo día, por lo que el fiscal perdió un testigo clave.
Mirando hacia atrás, entiendo que los fiscales querían evitarme el trauma de un juicio, pero creo que un juicio habría sido mejor que saber que él estaba libre en mi comunidad. Yo sabía que había violado a una chica de 18 años antes. En vez de quedarse ahí para testificar en el juicio, su familia decidió hacer las maletas y salir del pueblo ese mismo día, por lo que el fiscal perdió un testigo clave.
A partir del décimo grado, empecé a ir a terapia. Como durante
años no dormía bien, me gustaba leer mi Biblia y
escribirle a Dios hasta altas horas de la noche. Dios me fue fiel y lo sentía muy cerca.
Tuve esta conexión con Él a causa de mi profundo dolor. A veces, sentía como si pudiera extender la mano y tocarlo, otras noches le rogaba
a Jesús para que simplemente
viniera en persona a abrazarme. Una
noche, mientras clamaba a Dios en un pequeño embalse cerca de mi casa (yo iba allí a menudo por la noche para orar y hablar con Dios), Dios me mostró una visión de Jesús en la cruz. Pude ver su dolor y sacrificio, y por primera vez, sentí profunda tristeza de que mi pecado se
hubiera clavado ahí. Dios me habló y me recordó que Él también murió por ese hombre que me
había violado. Esa noche, Él me ayudó a perdonar
completamente a mi agresor.
Durante el
tiempo que estuve en terapia, finalmente pude contar a mi terapeuta la posibilidad de haber quedado embarazada
por la violación y del aborto espontáneo.
También se lo conté a uno de los líderes de jóvenes de la iglesia,
pero su respuesta fue muy dolorosa para mí. Ella dijo: "Becky no
hubieras querido un bebé con ese hombre, habría sido un recordatorio constante de ese
monstruo. Dios se encargó de eso por ti". Sus palabras hirieron profundamente mi alma,
porque yo adoraba a los bebés. Dios me había hecho para anhelar y esperar convertirme en madre desde que era
muy niña, así que no podía aceptar que fuera verdad que Dios había creado un niño, para luego llevárselo sólo porque yo había sido violada. Después de ser herida por esas palabras, me prometí que nunca le contaría a nadie ese posible aborto involuntario, pensando que
nadie más podría entenderlo.
Años más tarde y ya
madre de varios hijos, finalmente hablé con mi matrona y amiga sobre lo que había pasado - los períodos que no llegaron,
el dolor, los coágulos de sangre y el
sangrado prolongado. Me confirmó que lo que había pasado seguramente había sido un aborto involuntario.
En los años que siguieron, he encontrado sanación y una esperanza que sólo podría haber venido de Jesús. El tiempo ayuda, pero el
tiempo no sana realmente - sólo la obra de Jesús en nosotros, con el tiempo puede curar
nuestras heridas. Jesús ha sido un consuelo para mí en los momentos de dolor; fortaleza, cuando
he sido demasiado débil para continuar; luz
cuando todo lo que veía era oscuridad; paz cuando
tengo miedo; paciencia cuando intento caminar sola. Sinceramente, no creo que pudiera haber
caminado por ese valle de sombra de muerte sin Dios ahí para tomar mi mano, para decirme que podía seguir, y que me mostrara el camino.
En los últimos dos meses, Dios ha puesto su dedo
sobre el aborto involuntario de nuevo.
Con todo el escándalo emergente de
Planned Parenthood, Dios me ha mostrado que Él quiere sanarme profundamente y sobre todo en lo relacionado con el
aborto involuntario. A los 38 años de edad, después de 25 años, finalmente estoy
aceptando la pérdida y el dolor que
nunca me permití sentir. Estoy permitiéndome vivir el luto que no pude llorar en aquel entonces. Pueda la
gente comprenderlo o no, la verdad es que echo de menos a ese niño. Quiero
ser la voz de ese bebé, sobre todo después de mantener esto oculto durante todos estos
años. Aunque hoy estoy en casa con mis 6 hermosos
hijos, no existe un niño que pueda sustituir a
otro. Así que todavía anhelo y deseo tener
conmigo ese niño que nunca llegué a abrazar.
He pasado mucho
tiempo pensando en lo que hubiera pasado si hubiera llevado ese embarazo a término y la/lo hubiera dado luz. Soy consciente de que mi vida hubiera
cambiado completamente, que yo, como niña habría crecido con ese niño. También sé, sin lugar a duda, que Dios creó a ese bebé y que yo lo llevé en mi vientre, Dios me habría dado todo lo que hubiera necesitado para
amar a ese niño.
Yo, ni por un
segundo, pienso en el aborto como una opción después de la violación. Si
hubiera continuado y decidido abortar, sólo hubiera causado un profundo trauma, más dolor, y más maldad encima de un
acto ya malvado. Nada del aborto hubiera
ayudado a mi situación. Ese bebé tenía tanto derecho a vivir
como yo. Siento que últimamente Dios me ha dado una mayor pasión, tanto hacia las niñas / mujeres que están sufriendo,
destrozadas por la violación, y por el deseo de
ser la voz de los bebés no nacidos concebidos
en una violación. La vida es valiosa, todas las vidas son
preciosas y todos somos creados y dados por Dios, el dador de la vida. La semana pasada, bauticé a ese bebé como Zacarías, que en hebreo
significa "Yahvé recuerda." Me consuela saber que mi Dios, ciertamente,
recuerda.
Dios hizo
posible mi comprensión de cuan presente y
cercano a mi Él estaba la noche que
fui violada. Nada pasó por las manos de ese hombre hacia mi cuerpo
que no pasara primero por el cuerpo de Jesús. Dios me dio una visión en la que vi las manos de ese hombre
acercarse a mí y pasar directamente a
través de la espalda de Jesús, antes de tocarme. Era como si Dios fuera un escudo humano que
sintió todo lo que yo sentía. En
mi hora más oscura, la noche más aterradora de mi vida, estaba tirada ahí, siendo despojada de toda mi dignidad, en
absoluta y completa impotencia y pérdida de control, con él riéndose de mí, diciendo que nadie escucharía mis gritos de auxilio, y me sentí sola.
Pero Dios no se limitó a ver como un
espectador "presente" conmigo, Él entró en mi dolor y vivió lo que yo experimentaba. Mis lágrimas no eran las únicas lágrimas derramadas esa noche. Durante años, miraba hacia atrás esa noche y todo lo
que podía ver era mi feo cuerpo
desnudo. A mis ojos, estaba contaminada
y me sentía avergonzada. Dios me habló y me reveló que yo era encantadora
para Él. (El significado de
mi nombre, Rebecca, es mujer de belleza encantadora). Me dijo que él VIÓ mi cuerpo desnudo
tirado ahí, me VIÓ siendo herida y destrozada, y que mi cuerpo como hermoso. Él no tenía que mirar hacia otro
lado, cubrir sus ojos o estremecerse como me había imaginado. El observó, sintió, VIÓ y también estaba destrozado. Fuimos uno.
No estaba sola.
Sin embargo éste no era un terreno poco familiar para él. Me
hace pensar sobre lo que debe haber sido para mi hermosísimo Jesús, la noche que sufrió la cruz.
No ha habido noche más oscura que esa, la
noche en que fue despojado de su ropa, golpeado y magullado, extendido en una
cruz, se rieron, se burlaron de Él. Las personas preguntaban
por qué su Dios no lo
salvaba. Es reconfortante saber que Jesús conoce el dolor y la angustia que sentí esa noche.
Él también experimentó el despojo de la ropa, pero más aún el despojo de su
corazón. Él también cuestionó dónde estaba su Padre, y Él también tenía un Padre que sentía cada lágrima, cada gota de
sangre y sudor que cayó de su frente. Nada le tocó esa noche en la cruz que no haya pasado primero por la mano de su
Padre, Dios. No estaba solo, ni tampoco
yo estaba sola. Al darme cuenta de que
no fui violada sola, sabiendo que Él eligió estar ahí conmigo, sabiendo que Él vivió lo que yo experimenté, profundiza mi comprensión de su amor por mí. Él elige ir a los valles con nosotros. No tiene miedo de nuestro caos, Él conoce nuestra humanidad y nos ama en ella.
Jesús nos creó, y conoce nuestras partes más profundas. Nada se oculta
de Él. Él nos conoce por fuera y Él nos conoce en lo interior. Él sabe lo que está oculto en la oscuridad y lo que se ve en público. Él conoce los recuerdos, la vergüenza, el quebrantamiento. Él no nos pierde de vista ni por un momento. Él sabe exactamente lo que sucedió esa noche, y sabe exactamente lo que sentí. Él también lloró todas las lágrimas, dijo cada ruego, sintió cada toque. Él lo experimentó en la cruz, y lo vivió conmigo. Y como mi Creador,
mi Padre, el que más me ama, cómo debe haberle dolido. Estoy profundamente
agradecida de su amor, su fidelidad y su sanación. Estoy agradecida de que Él no sólo no desecha nuestro quebrantamiento, sino que Él saca belleza de las cenizas. Él restaura todo lo que Satanás nos roba. Él redime todo.
BIO: Becky
Dunlap, esposa hace 17 años, madre de 6 niños y ama de casa. Su blog es www.the8dunlap.blogspot.com, y es
blogger para Save The 1.